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    El Lado Oscuro de Susana - Parte 12

    Joss apenas durmió el resto de la noche. Estaba excitado y nervioso. No dejaba de darle vueltas al hecho de que Susana iba a permitir que la acompañase en público. ¿Como debería comportarse?, ¿Estaría a la altura de su Ama?

     

    La idea de fallarle, de hacer algo incorrecto y traicionar la confianza que su Señora estaba depositando en él le obsesionaba. Pero, pese a su miedo por fallar, se sentía excitado. Su pene estaba furiosamente erecto. Por primera vez en semanas, por primera vez desde que se entregase a ella, Susana le correspondía.

     

    Aquella salida era más importante de lo que pudiese imaginar. Su Señora le daba la oportunidad de demostrar su devoción y su saber estar. En público, a la vista de todos, él debía demostrarle a Susana que no se había equivocado, que él era su esclavo y que estaba a la altura del honor recibido.

     

    Pensando en todo esto, oyó el zumbido del despertador. Se levantó de la cama, se duchó y se preparó para salir. Entonces se dió cuenta que necesitaba orinar. Normalmente pediría permiso a su Ama para ello, pero sabía que era muy temprano. Susana todavía dormiría y él no tenía ningún derecho a despertar a su Ama por algo tan insignificante como sus propias necesidades.

     

    Se dijo que pediría permiso a Susana cuando ésta se hubiese despertado, ya en su casa. Así que salió de casa, recogió la limousina que su Señora había alquilado a su nombre y se dirigió a su casa.

     

    Durante todo el camino se sintió nervioso, sabía que aquello era un examen que no se podía permitir suspender. En las últimas semanas Susana se había convertido en el epicentro de su existencia, en su única Diosa. Sólo vivía para satisfacerla y ahora tenía la oportunidad que había estado esperando, una oportunidad para demostrarle que él era su esclavo más devoto.

     

    Como le pasaba siempre que sentía a su Ama cerca, Joss sufría una furiosa erección constante desde que se despertó por la mañana. Sentía el pene dolorido, atrapado dentro de los pantalones y calzoncillos.

     

    Lentamente, con mucho cuidado, abrió la puerta del ático de Susana. Por un momento sintió una mezcla de euforia y excitación tan intensa que por un instante temió eyacular. Estaba allí, en la puerta de su Señora, disponía de llave propia. Su Ama le había otorgado tal confianza, le tenía en suficiente estima como para entregarle las llaves de su casa.

     

    Con suma suavidad cerró la puerta tras él. No quería despertar a Susana antes de tiempo, su Señora debía descansar todo el tiempo que él pudiese conseguirle.

     

    Joss se dirigió a la cocina. Prepararía el desayuno para su Señora mientras ella apuraba los últimos instantes de sueño. Recordaba perfectamente lo que Susana había elegido cuando él le preparó el desayuno la vez anterior, así que lo preparó todo con extremo cuidado: preparó café, tostó pan, rellenó dos recipientes con leche, uno caliente y el otro fría, en dos pequeñas bandejitas colocó mantequilla y mermelada de varios tipos. Mientras él estuviese cerca, su Señora sería servida en bandeja de plata, jamás debería recoger los alimentos de su vulgar tarro original.

     

    Tras disponer todo sobre la mesa, Joss se dirigió hacia la habitación de Susana. La puerta estaba entornada y él la empujó un poco. En penumbra distinguió el bulto que formaba el pequeño cuerpo de Susana. Se quedó observándola unos segundos. Su pene ardía furiosamente. Allí estaba su Diosa, durmiendo plácidamente. Y él se dijo que así sería siempre, él se encargaría de que su Señora jamás fuese perturbada.

     

    Lentamente se dirigió hacia la ventana y la abrió un poco. Los primeros rayos de sol iluminaron el pelo de Susana. Joss no podía describir el amor que sentía por ella. Haría cualquier cosa por esa mujer. Una vez Susana le había dicho que no esperase sexo de esta relación. Ahora, viendola dormir, Joss estaba seguro de que nada le podía importar menos que el sexo.

     

    Había jurado no eyacular hasta que ella se lo permitiese y cumpliría su palabra. No le importaba si no volvía a eyacular jamás, estar cerca de su Diosa, poder adorarla, era todo lo que él necesitaba.

     

    Abrió un poco más la ventana y Susana comenzó a moverse lentamente, hasta que al final se colocó boca arriba y abrió los ojos. Joss miró su pequeña carita y su pelo alborotado y sintió como su pene se endurecía furiosamente más y más. Susana era su Diosa, su Señora y verla recién levantada era un honor que dudaba pudiese merecer.

     

    El hombre se arrodilló frente a la cama y susurró "Buenos días, Mi Señora". Susana se incorporó y se sentó en el borde de la cama. Joss observó su largo camisón, que sólo dejaba a la vista sus delgados tobillos y sus pequeños y perfectos pies. "Mi señora" dijo Joss "Permitidme deciros que, recién levantada, poseéis una belleza deslumbrante".

     

    ***

     

    Susana sonrió levemente sabiendo que su esclavo no la vería, pues estaba arrodillado y mirando sus piececitos. Ante aquel delicado piropo, Susana se estremeció. Sabía perfectamente que no era una mujer especialmente hermosa, pero sí sabía que muchos hombres la encontraban atractiva. No obstante, la devoción que sentía aquel hombre por ella hacía sentir muy especial.

     

    Por un instante pensó en como sería dejar que Joss la penetrase, la abrazase con sus brazos fuertes. Había visto su pene, era grande y hermoso, pensó en sentir su pequeño sexo dilatarse para recibirlo.

     

    Pero descartó todas esas ideas. Cada vez tenía más claro que Joss era el esclavo que había esperado siempre. Pero también sabía que para que llegase a serlo, ella debía entrenarlo y guiarlo. Debía mostrarse inflexible hasta llegado el momento.

     

    Se levantó y sintió el suave olor al café recién hecho que emanaba de la cocina. Sonrió pensando en cómo Joss no dejaba de sorprenderla.

     

    - Me encanta el olor del café recién hecho, Mascota mía. - Dijo distraídamente mientras se dirigía hacia el salón donde Joss había dispuesto el desayuno. Se sentó a la mesa y comenzó a desayunar tranquilamente.

     

    ***

     

    Las palabras de Susana todavía resonaban en sus oídos. La había complacido, había complacido a su Diosa. Pletórico, Joss la observó caminar hacia el comedor y comenzar a desayunar. Entonces recordó que todavía tenía labores que atender.

     

    Primero abió las ventanas para ventilar ha habitación. Después se giró hacia la cama. No podía permitir que su Señora durmiese dos días seguidos con las mismas sábanas, así que procedió a deshacer la cama y meter las sabanas en el cubo de la ropa sucia del baño.

     

    Sacó sábanas nuevas de un armario y, de otro, sacó la tabla de planchar y la plancha. Su Señora dormiría siempre en sábanas recién planchadas, así que comenzó a planchar las sábanas.

     

    Tras algun rato, mientras todavía panchaba las sábanas, Susana terminó de desayunar y se metió en el baño. Poco después Joss oía el correr del agua de la ducha.

     

    Joss terminó de planchar e hizo la cama, después recogió y fregó los objetos usados en el desayuno de Susana. Tras hacer todo ésto, se dirigió a la habitación de Susana y se quedó de pié junto a la puerta, esperando a Su Señora.

     

    Cuando finalmente la puerta del baño se abrió, Joss observó a Susana y quedó extasiado, como siempre le pasaba, con su serena belleza.

     

    Susana nunca intentaba vestir sexy. Antes bien, parecía intentar hacer todo lo contrario. Joss obsevó sus zapatos planos, sin medias, su falda larga hasta medio muslo y su jersey ligeramente ajustado que se abultaba suavemente sobre sus pequeños pechos.

     

    Susana no se había maquillado, como no había hecho nunca desde que Joss la conocía. Tampoco había prestado especial atención a su peinado, apenas se lo había arreglado y recogido en una cola de caballo.

     

    Pese a ello, Joss siempre pensaba que aquella mujer emanaba elegancia, un estilo serio que conseguía resaltar todo lo hermoso que tenía aquella diminuta mujer.

     

    Finalmente, Joss se dió cuenta sorprendido de que Susana llevaba un anillo. Nunca la había visto lucir joyas, excepto la discreta alianza de bodas. Pero ahora, en el lugar donde normalmente lucía la alianza, Susana tenía un recargado anillo. Parecía hecho de hierro fundido, parecía pesado y antiguo. El aro que rodeaba su dedo estaba grabado con complicados dibujos y en la parte superior había un extraño símbolo.

     

    - Es hora de irnos, mascota. - Dijo Susana suavemente.

    - Mi Señora - Dijo Joss casi en un susurro. - Le ruego me perdone, pero debo pedirle permiso para orinar.

    - No es momento ni lugar, mastoca. - Susana hablaba distraídamente mientra recogía su bolso. - Vámonos.

     

    Y hechó ha andar hacia la puerta. Joss, sintiendo como la necesidad de orinar se tornaba muy intensa, la siguió dócilmente.

     
      Posted on : Nov 1, 2012 | Comments (0)
     
    El Lado Oscuro de Susana - Parte 11

    Tras acostar a sus dos hijas y mientras su marido leía en la cama, Susana encendió su ordenador portátil y obervó a su mascota. Joss estaba de rodillas, frente a sus zapatos. Había dispuesto una especie de altar, un pequeño armario con la puerta de cristal, dentro del cual había colocado sus zapatos.

     

    Durante 3 horas cada día, antes de acostarse, se masturbaba adorando los pequeños zapatos de Susana. La mujer le obervaba en silencio, sintiendo como el pequeño calor que se había encendido en su vientre aumentaba.

     

    Mientras miraba la pantalla imaginó como sería colocarse detrás de él, abrazarle. Con un brazo acariciar su fuerte pecho y con el otro sujetar su duro y caliente pene y masturbarlo. Introdujo su mano dentro de su pijama y acarició suavemente su sexo a través de la tela de las braguitas.

     

    Entonces apartó la mano bruscamente. ¿Como podía caer tan bajo? Joss era su mascota y ella era su Ama. Excitarse y, peor aún, masturbarse mientras le miraba era indigno de ella. Aquel hombre todavía debía demostrar muchas cosas. No podía engañarse a sí misma negando que Joss la había conquistado. La devoción que le profesaba, la manera que tenía de servirla y, por supuesto, el hecho de que su pene se pusiese furiosamente duro ante su simple presencia, como si ella emitiese alguna especie de energía magnética.

     

    Todo ello había conseguido cambiar su opinión sobre él. Al principio sólo le pareció un chico atractivo, pero no hubiese apostado nada por él. Ahora, sin embargo, debía hacer un esfuerzo para no masturbarse mirándole.

     

    Pensar que podía ser el esclavo que había esperado toda su vida la excitaba. Pero sabía que todavía quedaba un largo camino hasta que pudiese confirmar que realmente lo era.

     

    Súbitamente sintió miedo. ¿Y si no era él? ¿Y si no superaba las pruebas que todavía quedaban? Ningún otro había llegado hasta aquel punto. Si Joss fallaba quizá fuese cierto, después de todo, que no existía el esclavo ideal para ella.

     

    Apagó el portátil y se fué a dormir.

     

    ****

     

    Los días de aquella primera semana como mascota oficial de Susana pasaron lentamente. Joss cumplió todos sus deberes, esperando ansioso al fin de semana. No podía esperar para volver a estar cerca de su Señora. Quería servirla, cumplir todos sus deseos.

     

    Al llegar el viernes, comenzó a inquietarse. La rutina seguía igual, él debía ignorar a Susana en el trabajo y aguantar la manera en que sus compañeros se burlaban de ella.

     

    Veía como Susana le trataba con indiferencia en los momentos en que, por cuestiones de trabajo, debían mantener alguna charla. A parte de estos momentos, Susana le ignoraba por completo. Joss sufría y se preguntaba como podía hacerlo. Como podía no mostrar ni el más mínimo destello de reconocimiento para con él.

     

    Por momentos pensaba que todo había sido un sueño, una fantasía. Quizá nada de aquello había sucedido y por eso Susana se comportaba así.

     

    Lo único real eran los pequeños zapatitos que Susana le había entregado y ante los que se arrodillaba y se masturbaba cada día, como un devoto ante la reliquia de un santo. Eso, y los mensajes de móvil a través de los que Susana le daba permiso o no para realizar ciertas actvidades.

     

    Pero, llegado el viernes, Joss se dió cuenta que no sabía como debía actuar. ¿Debía ir a casa de Susana por sí mismo?, ¿Debía preguntar a su Señora?, ¿Sería ella la que se dirigiese a él?.

     

    La horrible incertidumbre le volvía loco. Y, cuando llegó la hora de salir del trabajo y Susana, simplemente, se fuñe, Joss casi se hechó a llorar.

     

    Se fué a casa y permaneció sentado junto al pequeño altar donde tenía los zapatos de su Señora, con el teléfono móvil en la mano esperando la llamada de Susana. Pero las horas pasaron y Joss no recibió instrucción alguna.

     

    Constantemente miraba el teléfono y comprobaba que estubiese encendido y con cobertura. ¿Porqué su Señora le ignoraba?, ¿Que sucedería si no recibia noticias de ella? Joss sintió miedo. Se sentía solo, desamparado, añoraba la figura firme, segura de sí misma de Susana.

     

    Finalmente, cerca de las 2 de la madrugada, Joss se fué a dormir y, por primera vez desde que era sólo un niño, lloró de pura frustración. Fué una noche desagradable, Joss se despertó decenas de veces creyendo oir el tono de su móvil, creyendo que por fin su Señora se dirigía a él. Pero solo eran juegos de su mente. Su movil no sonó en ningún momento.

     

    Por la mañana envió un mensaje con manos temblorosas a Susana. Le pedía permiso para ducharse y orinar. Pensó en preguntarle si podía verla, si estarían juntos este fin de semana. Pero no se atrevió. Él no podía consultar este tipo de cosas a su Ama.

     

    Susana tadó tres horas en responder. Cuando Joss oyó el movil saltó con el corazón a punto de saltársele del pecho. Cogió el teléfono con las manos tembleado. Al ver un mensaje de Su Ama sintió una súbita alegria, pero duró poco. Al abrir el mensaje sólo vió una solitaria "s" minúscula.

     

    Se sintió despreciado, abandonado. Su Señora había tardado tres horas en responderle, en responder a su mascota, la cual no merecía su más mínima atención. Y sólo había escrito una letra. Sintio como si le dijese "Haz lo que quieras, no me interesa". Dejó el teléfono sobre la mesa y, con los ojos húmedos, se metió en el baño.

     

    Aquel fue, probablemente, uno de los peores fines de semana de Joss. Susana no le prestó ni la más mínima atención. Joss esperó y esperó una llamada, un mensaje de Su Señora, pero éste nunca llegó. Sus peticiones eran contestadas con horas de retraso y usando apenas una o dos letras. Finalmente el terrible fin de semana llegó a su fin y el lunes Joss volvió al trabajo.

     

    ***

     

    El fin de semana de Susana tampoco fué bueno. La mujer deseaba estar con su mascota, deseaba tenerle cerca. Pero sabía que un Ama, en ocasiones, debe ser fuerte y distanciarse de su mascota. Deseaba ver como reaccinaba Joss ante el abandono. Quería comprobar el efecto que tenía en él el verse separado de su Ama.

     

    Una mascota debe aprender que su Ama no está a su disposición, sino que es justamente al contrario. Muchas mascotan consideran el hecho de tener un Ama como el hecho de tener una novia. Consideran que el Ama está tan deseosa de estar con la mascota como al contrario.

     

    Susana quería que Joss aprendiese esta valiosa lección. Él, la mascota, debe estar a disposición de su Ama siempre, en cualquier momento y para cualquier cosa, sin dudas ni vacilaciones. Esta es la parte fácil, casi cualquier mascota está dispuesta a someterse a esta situación.

     

    Lo que pocos comprenden y a lo que pocos están dispuestos es que el Ama no es una novia. Ella no quiere pasar tiempo constantemente con su mascota. Un Ama puede abandonar a su mascota durante días o semanas, como un perro al que se deja en la casa de fin de semana.

     

    Susana deseaba pasar tiempo con Joss, quería disfrutar de su mascota, pero debía enseñarle esta lección. Debía asegurarse que Joss aceptaba estos términos, debía estar segura que, por estar con su Ama apenas un segundo, la mascota estaba dispuesta a esperarla durante días.

     

    La mujer miraba a Joss a través de las cámaras web. Lo veía sufrir, desesperarse ante la falta de atención. Pero seguía siendo fiel a su Ama. Seguía adorando sus zapatos, masturbándose frente a ellos y seguía consultándola antes de realizar ninguna actividad.

     

    Susana estaba satisfecha con su mascota. Pese al desprecio y la dejadez a la que le sometía, el chico no cedió ni un ápice en su devoción hacia ella.

     

    ***

     

    La semana siguiente transcurrió por los mismos derroteros. Susana sometió a Joss al desprecio y la dejadez. Tras el fin de semana terrible que había pasado, le asaltaron las dudas. Pensó en si merecería la pena todo aquello. Cuando dudaba, miraba los pequeños zapatos de Susana, eran lo que le mantenía sujeto a la realidad.

     

    Junto a aquellos zapatos todo estaba bien. Joss sabía que aguantaría aquello por su Señora. Por estar un día con ella, una hora, estaba dispuesto a aguantar semanas como aquella.

     

    Joss había tenido varias novias en su vida, pero sólo una vez había estado realmente enamorado, hasta el punto de pensar en el matrimonio e hijos. Pero lo que ahora sentía por Su Señora iba más allá. No sólo la amaba, sino que sentía una entrega absoluta. Estaba dispuesto a entregarle a Susana absolutamente todo.

     

    La semana pasó y el viernes, igual que el anterior, Susana se marchó sin decir nada. Joss creyó morir. Deseaba estar con Su Ama. Penó en la posibilidad de que Susana tuviese otro esclavo. Aquello lo horrorizó. Quizá había encontrado otro mejor, alguien que no hubiese cometido los errores que él cometió.

     

    Con estos inquietantes pensamientos, Joss se fue a casa y, hundido anímicamente, se fue a la cama pronto.

     

    Joss abrió los ojos al sentir como la luz de la habitación se encendía. Confuso y medio domido, miró alrededor y, junto a la puerta de su habitación, vió a Susana mirándole.

     

    Durante unos segundos no comprendió lo que sucedía. Entonces su corazón dió un vuelco y saltó de la cama, se arrodilló frente a Susana y, casi llorando, dijo:

    - Mi Señora... - No pudo decir nada más.

    - He tenido asuntos que atender. Acostúmbrate, mascota, puede que tengas que pasar largos periodos sin tu Ama. - La voz de Susana sonó firme, pero en su interior la mujer estaba emocionada. Le costaba tratar así a su fiel mascota, pero debía hacerlo, debía entrenarle para convertirle en el esclavo que ella necesitaba.

    - Mi Señora - Joss, arrodillado, mantenía la cabeza baja, mirando los pequeños pies de su Ama. Al ver a Susana, su pene se puso duro de forma inmediata. - No me importa cuanto tenga que esperar. Estaré a su disposición siempre.

     

    Susana puso la mano sobre la cabeza inclinada de su mascota. Por un segundo pensó en agacharse y agarrar el precioso pene erecto. Pero aún era pronto, en pleno entrenamiento un gesto como aquel podía echar a perder al esclavo. En esta fase el esclavo sólo debe entregar, no debe recibir nada de la relación, O, si lo recibe, debe ser muy poco y en el momento adecuadol

     

    Pera Joss, sentir la pequeña mano de Su Señora en la cabeza era más de lo que necesitaba. Aquel pequeño gesto valía de sobras las dos semanas de sufrimiento que había pasado. Por aquel gesto hubiese esperado mucho más.

     

    - Mañana me llevarás de compras. - Dijo Susana. Joss levantó la cabeza y la miró sorprendido. - He decidido que, por primera vez, quiero que me acompañes en público.

     

    Joss contuvo un jadeo, su corazón latía aceleradamente. ¿Salir con Su Señora?, ¿Mostrarse en público?. Pensó en la responsabilidad, cualquier fallo, cualquier error, no sólo le perjudicaria a él mismo, sino que podría causar un perjuicio a su Señora.

     

    - Mi Señora, me siento halagado. Haré que se sienta orgullosa. no lamentará la oportunidad que me ofrece.

    - Eso espero. Entenderás lo importante que puede llegar a ser el hecho de saber si es posible mostrate en público o no.

    - Por supuesto, mi Señora.

    - Sólo te daré una indicación, mascota. Nunca debes caminar por delante de mí, ni a mi lado. Siempre un paso por detrás.

    - Sí, mi Señora.

    - A parte de ésto, lo demás corre de tu cuenta. También quiero comprobar cómo reaccionas sin demasiadas indicaciones.

    - Si mi Señora. - Joss se sintió abrumado por la responsabilidad. Pero se prometió a sí mismo que haría que Susana estubiese orgullosa, la haría sentir como la reina que era.

     

    Entonces Susana le entregó la tarjeta de una agencia de alquiler de coches.

    - Mañana, a las 7 de la mañana, recogeras el coche en el que me llevarás. Está reservado a tu nombre.

    - Sí, mi Señora. - Dijo Joss mientras cogía la tarjeta.

    Susana le entregó entonces unas llaves.

    - Luego vendrás a mi casa, prepararás mi desayuno y me despertarás.

    - Sí, mi Señora.

     

    Sin decir nada más, Susana se volvió, apagó la luz de la habitación y salió de la casa.

     
      Posted on : Nov 1, 2012 | Comments (0)
     
    El Lado Oscuro de Susana - Parte 10

    El primer día como mascota lejos de su Ama, Joss se dio cuenta de lo duro que realmente iba a ser.

     

    Los aros que aprisionaban su pene vibraban con una intensidad realmente alta y mantenían su pene erecto de forma constante. Ir a trabajar con aquello le supuso todo un esfuerzo.

     

    Por lo menos, cuando conseguía concentrarse en el trabajo, podía olvidar por unos minutos su erección.

     

    Aquella mañana, al levantarse, había solicitado permiso a Susana para ducharse y para orinar. Le había dado para lo primero, pero no para lo segundo. Joss ni siquiera se planteaba a la posibilidad de desobedecerla, así que se había colocado los aros, se había duchado y salió para el trabajo.

     

    Al entrar en la oficina, vio que Susana ya estaba allí, sentada en su sitio, junto al suyo. Miró su espalda mientras avanzaba hacía su lugar, su pelo claro y ensortijado e imaginó como sería acariciarlo y olerlo. Aquello le excitó, su pene ya erecto se aplastó contra su ropa interior.

     

    Entonces desvió la mirada de ella, recordó sus ordenes, todo debía seguir tal y como estaba la semana anterior.

     

    La necesidad de orinar se había vuelto realmente intensa. Su bajo vientre ardía y lo notaba ligeramente hinchado. Había pensado volver a solicitar permiso a Susana al llegar al trabajo pero ahora, allí sentado junto a ella, dudó. Su Señora no había contestado a su petición, así que debía tener una buena razón, o quizá sólo lo había olvidado. Pero repetir su petición ahora podía significar una ofensa. Confiaba en su Señora, para él era una Diosa, no podía fallar. Si no le había dado permiso expreso sería por algo. Molestarla de nuevo sería, en el mejor de los casos un insulto. Y, en el peor, algo mucho más grave, pues habría supuesto que ella se había equivocado.

     

    Conforme avanzaban las horas y la necesidad de orinar se tornaba en dolor, Joss comprendió que lo realmente duro de aquellos días no iba a ser controlar la excitación provocada por los aros, ni someterse a la voluntad de Susana. No, lo peor de todo sería ignorarla.

     

    Tenía a su Señora sentada al lado pero debía actuar con frialdad, como si no se conocieran. Continuar con la relación que mantenían hacía unos días, cuando apenas se saludaban por la mañana al llegar y por la tarde al marcharse.

     

    Joss únicamente deseaba estar con su Señora, estar junto a ella, mirarla, adorarla, su deseo iba mucho más allá que la atracción sexual. Sentir su presencia junto a él durante una hora era más valioso que días de sexo sin pausa.

     

    Pero ahora se veía obligado a ignorarla, apenas podía mirarla. Ni siquiera podía dirigirse a ella si no era a través de un mensaje de móvil. Y eso sólo para solicitarle permisos.

     

    La sensación de soledad, de pérdida, era mayor de lo que podría haber imaginado. En su vida había sufrido pérdidas sentimentales y había sufrido dolor, pero nunca tan intenso como el que sentía ahora. Separado de su Señora y forzado a ignorarla.

     

    Por otro lado, Susana no era la persona que mejor caía entre sus compañeros. Hasta ahora nunca le había importado oírles criticarla, pero ahora esas críticas se le clavaban como dardos.

     

    Era cierto que Susana en el trabajo no mostraba su mejor cara. De hecho solía comportarse un tanto distante con sus compañeros. Aquello hacía que no fuese la persona más popular. Pero ahora que Joss había visto a la verdadera y maravillosa Susana le resultaba realmente difícil soportar las críticas hacia ella.

     

    Pese a todo, aguantó como buenamente pudo. Tras varias horas, cuando la necesidad de orinar era insoportable y ya pensaba que se orinaría encima, sonó su teléfono móvil. Al abrirlo vio que tenía un mensaje de "Mi Señora" en el que le daba permiso para orinar.

     

    Su primer impulso fue girarse hacia ella para agradecérselo, pero enseguida recordó, con una punzada de dolor en el corazón, que no podía dirigirse a ella, ni mirarla, ni hacerle ningún gesto. Así que simplemente se levantó y salió al servicio.

     

    El día transcurrió lento y doloroso para Joss. Cuando finalmente llegó la hora, Susana se levantó si siquiera mirarle y dijo un seco "Hasta mañana" dirigido a nadie en especial.

     

    Joss no pudo resistirlo más y la miró de reojo. Sólo alcanzó a ver su espalda al marchar. Se sintió hundido. Nada, ni siquiera una mirada, un gesto, un mensaje, nada. Lentamente, se levantó y se marchó.

     

    Ya en casa, se desvistió. Su ropa interior estaba húmeda debido al líquido preseminal. Al quitársela, su pene dio una sacudida, súbitamente libre después de todo el día aprisionado. Entonces se puso un pantalón de deporte, ancho. Sentía el pene súper excitado y dolorido debido a la compresión que había sufrido, así que no quería volver a aprisionarlo con la ropa interior.

     

    Al cabo de un rato, sonó el timbre de la puerta de la calle. Joss contestó y oyó una voz de mujer.

     

    - Vengo a ver a la mascota de Susana. - Joss se sobresaltó. No reconoció la voz, pero ser llamado así desde la portería de su propia casa le inquietó. Cualquiera podría haberlo oído. No obstante, pulsó el botón y abrió la puerta.

     

    Entonces recibió un mensaje en el móvil. Su corazón dio un nuevo vuelco al ver que la pantalla marcaba "Mi Señora". Abrió el mensaje y leyó: "Sara Ruiz. Número de empleada: 350.210".

     

    Se sintió extrañado durante unos segundos. Pero luego se tranquilizó. Si la mujer que subía coincidía con los datos enviados por Su Señora la dejaría pasar sin dudar ni un segundo. Él no cuestionaría a Susana, sólo obedecería.

     

    Mientras esperaba junto a la puerta, se dio cuenta que no llevaba ropa interior y que su pantalón de deporte se abultaba empujado por su pene erecto. Corrió a su habitación y se puso ropa interior.

     

    Al oír picar a la puerta, miró por la mirilla y vio unos dedos que sujetaban frente a la mirilla una tarjeta con el logo de la compañía de teléfonos. Nombre y número coincidían con el mensaje de Susana.

     

    Abrió la puerta y vio a una mujer alta, vestida con un mono de trabajo de la compañía telefónica. Aquel mono impedía que Joss se hiciese una idea aproximada del tipo de cuerpo que tenía la mujer. Llevaba el pelo negro recogido dentro de una gorra. En aquellas condiciones la cara le pareció agradable.

     

    La mujer le miró de arriba a abajo, entró y cerró la puerta.

    - Así que tú eres la mascota de Susana. - Dijo la mujer animosamente. Oír aquellas palabras de voz de un extraño, pronunciadas con toda naturalidad, hicieron que Joss comprendiese su situación con mayor claridad.

     

    Hasta ahora sólo había estado con Susana, su situación de mascota sólo era conocida por Susana y él mismo. Pero ahora, al oírlo de labios de un tercero fue consciente de lo serio que era. Era real, era la mascota de Susana. Pensar en Su Señora, en Su Diosa nombrándole su mascota personal hizo que sintiese una abrumadora ola de responsabilidad.

     

    Comprendió que aquello era algo más que sólo servir los deseos de Su Señora. Ella no estaba aquí, pero él seguía siendo su mascota. Y Susana debía seguir siendo honrada. Ante cualquiera y en cualquier situación.

     

    - Eres guapo - dijo la chica - y debes tener algo especial - al decirlo le miró la entrepierna - para haberte convertido en su mascota. Susana no es un Ama a la que se pueda satisfacer fácilmente.

    - Mi único propósito es servir a Mi Ama, señora. - La chica sonrió.

    - Ya, como el de todos. N hace falta que me llames señora, sólo llámame Sara.

    - Muy bien, Sara. Mi Señora me avisó de tu llegada. Cualquier deseo tuyo lo consideraré un deseo directo de Mi Señora. - Sara volvió a sonreír al oír aquello.

    - No hay duda que estás bien entrenado. - Sara caminó pasillo adelante sin decir nada. Con ella arrastraba una maleta de trabajo con ruedas. En el comedor de la casa, abrió la maleta.

    - Susana me envía para hacer dos cosas: Primero, debes darme las llaves del piso. Haré una copia para Susana. - Mientras hablaba, sacó una máquina y la colocó sobre la mesa.

     

    Joss la miró sorprendido. ¿Las llaves de su casa? ¿Dárselas a una desconocida?

     

    - Tranquilo - Dijo Sara, como habiendo oído sus dudas - Susana no es el líder de ninguna secta que te exige tu casa. Eres su mascota y ella debe tener acceso las 24 horas del día a ti.

     

    Joss olvidó cualquier duda. Cogió las llaves y se las entregó. Era la mascota de Susana. Así como la caseta de un perro no tiene puerta para su dueño, su propia casa no podía tener puerta para Susana.

     

    Sara comenzó a trabajar con la máquina que había sacado de la maleta e hizo un duplicado de las llaves de Joss. Cuando terminó le devolvió los originales y guardo las copias en un bolsillo de su mono de trabajo.

     

    Entonces sacó de la maleta varias cámaras pequeñas y las dejó sobre la mesa.

     

    - Mi segunda tarea - Dijo Sara - es colocar web cams por toda tu casa. Emitirán en directo por internet a una dirección encriptada a la que tiene acceso Susana y las personas que ella considere oportuno.

     

    Joss miró las cámaras y pensó en lo que aquello significaba. Sara sacó de la maleta varias herramientas de trabajo y comenzó a colocar las cámaras.

     

    - Como mascota - dijo mientras trabajaba - lo primero que le has entregado a Susana es tu libertad. - Dijo lanzando una mirada al móvil de Joss. - Ahora le vas a entregar tu intimidad. Serás observado las 24 horas del día, cada aspecto de tu vida grabado en video.

     

    Aquello le excitó. Su principal preocupación era estar lejos de Su Señora. Tener que ignorarla y ser ignorado por ella durante los días de trabajo. Pero aquello le hacía sentir que la tenía cerca. Saber que su amada Señora le observaba le hizo sentir orgulloso.

     

    - No tengo ningún secreto para Mi Señora. - Dijo Joss. Sara sonrió y siguió trabajando.

     

    Entonces Joss reparó en algo que no había pensado. Si Susana podía observarle en cualquier momento, aquello le obligaba a llevar una vida modélica. Cada instante podía ser observado por Susana, lo que implicaba que debía ser la mascota ideal cada segundo de su vida. Se prometió a si mismo que Susana nunca, jamás, tendría motivo para no estar orgullosa de su mascota.

     

    ¿Y qué importaba si alguien más le observaba? Él era la mascota de Susana y aquello era un orgullo mayor que cualquier otra cosa. Si alguien le observaba sólo podría sentir envidia de su posición. Susana le había elegido a él y no había Mujer o Diosa con la que el prefiriese estar.

     

    Joss se dio cuenta que Sara instalaba las cámaras en lugares estratégicos. Como había dicho, no habría un centímetro de su vida sin grabar en video. No obstante, Sara había camuflado las cámaras de manera perfecta. Si no sabías que estaban allí, nadie las vería.

     

    - Por cierto - Dijo Sara al terminar, mientras recogía sus herramientas - las cámaras tienen micrófono. No sólo serás observado, sino también escuchado. Quizá también recibas instrucciones a través de ellos.

     

    - Estoy a las ordenes de Mi Señora. - Contestó Joss.

     

    Sara sonrió y, repentinamente, besó los labios de Joss. Éste retrocedió sorprendido.

     

    - Me debo a Mi Señora, Sara. - Ésta sonrió burlona.

    - ¿Aunque Susana no te deje tocarla jamás?

    - Sólo necesito estar cerca de ella, la idea de tocar a Mi Señora es indigna de mí.

    - ¿Aunque no te deje correrte jamás?, ¿Aceptarás no tocar a ninguna mujer, ni correrte?

    - Por estar a sus pies, aceptaría no volver a eyacular nunca.

     

    Sara, sonriendo, acabó de recoger sus cosas y se dirigió a la puerta.

    - Si eso que dices es realmente cierto, entiendo porqué Susana te ha elegido.

    - Lo juro por mi Diosa Susana.

    - No me lo creo. - Dijo Sara, súbitamente seria. - Pero es indudable que Susana debe de haber entrevisto algo de verdad en eso si te ha elegido. Puedes creerme, no conozco otra Señora más caprichosa con la elección de una mascota.

     

    Entonces se fue. Joss se volvió hacia la casa vacía. Se sentía observado. Estuviese ahora mismo o no, Joss sintió los adorables ojos de Su Señora sobre él.

     

    Como aquellos campesinos medievales que sentían la mirada justiciera del Señor las 24 horas del día, Joss sentía la mirada de su Diosa.

     

    Pero, al contrario que aquellas gentes ignorantes, él no sentía miedo. Sólo responsabilidad y orgullo. Su Señora le miraba a él, no a otro. Y él haría que lo que miraba la complaciese.

     
      Posted on : Oct 19, 2012 | Comments (0)
     
    El Lado Oscuro de Susana - Parte 09

    La pequeña grieta en su armadura resultó ser más grande de lo que la propia Susana podía imaginar. La pequeña Susana, esa parte de ella inocente y enamoradiza aprovechó la grieta para invadir a su otra mitad.

     

    Así, ese ligero calor que había sentido en el vientre cuando Joss contuvo su eyaculación de aquella manera, se tornó en atracción. Susana miró el cuerpo de Joss, fuerte y marcado, sin llegar a esa desagradable hinchazón fruto del exceso de gimnasio.

     

    Por primera vez, ansió acariciarlo. La pequeña Susana, notando como su otra mitad cedía, gritó. Gritó que lo tocase, que acariciase a aquel cuerpo joven. Pero su parte dura y estricta no iba a ceder tan fácilmente.

     

    Pensó que ya antes había tenido esclavos atractivos físicamente, y ninguno había dado la talla. Susana miró entonces el pene de Joss, duro, cubierto de líquido preseminal y recordó cómo había evitado eyacular, cómo había estado dispuesto a irse voluntariamente al darse cuenta de como la había ofendido anteriormente.

     

    Sus excusas ya eran débiles, sabía que debía conceder a Joss una oportunidad. Podía llegar a ser su esclavo ideal, pero debía permitirle demostrarlo.

     

    Así, Susana decidió que le daría una oportunidad. Por fin, después de años de búsqueda, alguien había demostrado que quizá, sólo quizá fuese el elegido.

     

    Susana pensaba así mientras miraba a Joss, firme, frente a ella. Sin darse cuenta, la que pensaba así no era la Susana pequeña y asustadiza. Tampoco era la Susana dura y estricta. Ya sólo había una Susana, la unión de las dos Susana que pugnaban, una por encontrar al esclavo ideal y la otra por no hacerlo, convencida de que no existía y que cualquier cesión al respecto redundaría en dolor.

     

    ***

     

    Joss pudo ver como la expresión de la deliciosa carita de Susana se suavizaba ligeramente. La mujer alargó su pequeña mano y la colocó sobre el pecho de Joss.

     

    Joss sintió el calor de la manita de Susana, sintió aquel contacto como una descarga eléctrica. Su pene dio varias sacudidas y su cuerpo se cubrió con carne de gallina.

     

    Sólo por aquel contacto, pensó Joss, habría dejado que Susana le azotase los testículos durante días. Llegado a este punto Joss sabía que aquel contacto, por leve que fuese, era todo lo que deseaba de Su Señora.

     

    - Ahora debes irte - Dijo Susana en un susurro.

     

    El corazón de Joss dio un vuelco, lo primero que pasó por su cabeza fue que había fallado. Había cometido algún error. No podía ser, no después de todo. No ahora, después de sentir el tacto de la palma de la mano de Susana.

     

    La mujer disfrutó durante unos segundos del horror que la cara de Joss mostraba. Entonces apartó la mano de su pecho.

     

    - He decidido - dijo mirándole a los ojos - que a partir de este momento serás mi mascota.

     

    Joss la miró sin poder dar crédito a lo que había oído. Su primer impulso fue preguntar si había oído bien, pero tuvo miedo de que así fuese, de que hubiese oído mal.

     

    Ser la mascota de Susana le pareció un sueño inalcanzable. No se planteó lo que aquello significaba ni lo que tuviese que hacer, sólo se planteó una cosa: Su Señora estaba satisfecha con él. Si había decidido nombrarle su mascota, significaba que había hecho algo bien, que la había complacido.

     

    Era todo lo que importaba. Su Señora, Su Diosa, había sido satisfecha por él. Pero... ¿y si había oído mal?

     

    - Serás mi mascota - repitió Susana como si pudiese leer las dudas en la mente de Joss.

     

    El chico sintió que una emoción le embargaba, se sintió al borde del llanto.

     

    - Mi Señora - dijo emocionado - es un honor que no puedo merecer.

    - He considerado que puedes alcanzar esta categoría. - Dijo Susana. - Pero el merecimiento lo deberás ganar a partir de ahora, segundo a segundo.

    - Mi Señora - comenzó Joss, y se arrodilló frente a ella - Juro que seré merecedor de usted. Juro que moriré antes que defraudarla otra vez.

    - Debido a tu grave ofensa - Susana habló al tiempo que le puso la mano sobre la cabeza - no tienes margen de error. No me importa el tiempo que seas mi mascota, ni lo excepcionalmente bien que lo hagas, un fallo, por leve que sea, te costará la expulsión. - Joss bajó la cabeza y miró los pequeños zapatitos de Susana, mientras ésta le acariciaba el pelo. - Deberás esforzarse 10 veces más que cualquier otro, para conseguir sólo una décima parte.

     

    Joss levantó la cabeza y la miró a los ojos.

     

    - Trabajaría 100 veces más, para no conseguir nada, Mi Señora. Sólo conque usted me lo ordene.

     

     

    Susana no dijo nada, solo le observó. Le observó y supo, de alguna manera, que era totalmente cierto. Aquel esclavo haría cualquier cosa por ella.

     

    Entonces dio un paso atrás y se puso muy recta, con los brazos cruzados sobre el pecho.

     

    - Levántate. - Dijo y observó como lo hacía y se ponía firme frente a ella. - Tu cuerpo por completo me pertenece.

    - Sí, Mi Señora.

    - Eso significa que no puedes tocar ninguna parte de tu cuerpo sin mi permiso expreso.

    - Sí, mi Señora.

    - Ahí - Susana señaló una mesita de noche donde Joss vio una tarjeta - tienes mi teléfono privado.

    - Sí, Mi Señora.

    - Ese teléfono será tu contacto con la libertad. Siempre que necesites hacer algo, deberás pedirme permiso con un mensaje.

    - Sí, Mi Señora.

    - Si necesitas orinar, deberás pedirme permiso. Si necesitas ducharte, comer, ir al gimnasio... hasta rascarte. Deberás pedirme permiso y yo te lo daré o no.

    - Sí, Mi Señora. - Joss imaginó su vida controlada por Su Señora, cada instante y cada momento. Y la idea le excitó. Susana era Su Señora, Su Diosa, vivía por y para ella. Así que parecía lógico entregarse por completo.

    - Ten en cuenta que he dicho cualquier cosa que "necesites". Molestarme solicitándome una trivialidad será considerado una falta.

    - Sí, Mi Señora.

    - En el trabajo todo seguirá igual, pese a sentarnos uno al lado del otro, hasta ahora apenas teníamos relación. Nada ha cambiado. Si noto la más mínima variación en tu comportamiento, será considerado una falta. Sólo una nota. Como mi mascota, jamás deberás ir delante de mí. Si coincidimos en un pasillo, en el comedor, en la calle, o donde sea. Siempre deberás estar un paso detrás de mí.

    - Sí, Mi Señora.

     

    Entonces Susana se volvió, caminó hasta un pequeño armario, lo abrió y volvió con una pequeña caja negra. Se la tendió a Joss, que la cogió y la abrió. Dentro había varios aros vibratorios.

     

    - Al levantarte por la mañana, lo primero que harás será colocarte dos. Uno en la base del pene y el otro alrededor del glande. A lo largo del día los aros están programados para vibrar aleatoriamente, variando la intensidad y la duración de la vibración. Al acostarte podrás quitártelos, quiero que puedas descansar en condiciones.

    - Sí, Mi Señora. - Joss miró los aros y pensó en los que había llevado la noche anterior. Llevarlos todo el día sería realmente duro, ir a trabajar con ellos, implicaría mantener la erección constante.

    - Por supuesto, no hace falta que lo remarque, pero tu principal prohibición es eyacular. Si eyaculas, todo habrá terminado para ti.

    - Sí, Mi Señora.

    - Ahora colócate dos aros - Dijo Susana y se mantuvo firme observándole hasta que se los hubo colocado.

     

    Una vez puestos, Joss sintió la presión que ejercían sobre su pene. De forma inmediata, uno de ellos, el que ahorcaba su glande, comenzó a vibrar. Su pene se endureció repentinamente. Joss sintió que eran bastante más intensos que los de la noche anterior.

     

    - Ahora vístete - Dijo Susana.

     

    Joss lo hizo. Una vez vestido notó como los aros vibraban juntos unos segundos, antes de apagarse. La sensación era desagradable, vestido, con el pene erecto y aplastado por los tejanos y la ropa interior y con los aros vibrando de tanto en tanto.

     

    Pero al mirar a Susana Joss disfrutó de la experiencia. Aquella desagradable sensación estaba satisfaciendo a Su Señora. Y eso era más que suficiente.

     

    - Antes de irte - Dijo Susana - Tengo un pequeño obsequio para ti. - La mujer sacó una caja de zapatos vacía de un armario y la colocó en el suelo.

     

    Joss la miró expectante y nervioso. ¿Un regalo?, ¿Su Señora le iba a ofrecer un regalo? Nuevamente se sintió emocionado, el orgullo que sentía por servir a Susana, y por haberse hecho merecedor de aquello casi le hizo llorar.

     

    Susana se puso firme frente a él, con las manos a la espalda y los pies muy juntos.

     

    - Arrodíllate frente a mis pies, mascota.- Dijo muy seria.

     

    Joss lo hizo inmediatamente, se arrodilló frente a ella y colocó las manos junto a sus pies, sin tocarlos. Miró los pequeños zapatos tipo "manoletina" e imaginó los piececitos que había dentro. Los pies de Su Señora, sólo por poder mirarlos a aquella distancia, Joss pensó que estaría dispuesto a no eyacular nunca más.

     

     

    Entonces Susana puso una mano sobre su cabeza ligeramente. Y, con un suave y lento movimiento de sus pies, se descalzó. Joss miró los zapatos vacíos colocados justo donde antes estaban los pies de Susana. Y miró los pies de Susana, colocados detrás de los zapatos muy juntos.

     

    El pene de Joss se endureció furiosamente y empujo con violencia contra su ropa interior. Tan fuerte que le dolía. Miró los diminutos pies de Susana, pequeños como los de una niña y cubiertos por una fina y transparente media. Los pequeños deditos acababan en unas uñas perfectamente recortadas, pero sin pintar. Joss los miró embobado, pensando que eran lo más hermoso que había visto jamás.

     

    - Mis zapatos son tu regalo de promoción. - Dijo Susana suavemente.

     

    Joss levantó la vista y miró a la mujer. Los zapatos. Los zapatos de Su Señora. Aquello era algo sagrado. Joss tardó varios segundos en asimilarlo.

     

    - Mi Señora - Dijo entrecortadamente - este regalo es excesivo... Para mí es como el Santo Grial.

     

    Susana no pudo contener una sonrisa ante aquella comparación. Sabía que sería algo importante para él.

     

    - Los colocaré en mi cuarto, junto a mi cama - dijo Joss - en un pequeño santuario.

    - Claro que lo harás - dijo Susana - Y cada día, antes de acostarte, con los aros todavía colocados, acercarás tu pene tanto como puedas a ellos, sin llegar a tocarlos, y te masturbarás durante una hora.

     

    Joss la miró boquiabierto. Masturbarse frente a una reliquia de Su Señora. Él lo habría considerado un insulto, pero Susana no solo le daba permiso, sino que se lo ordenaba.

     

    - Deberás masturbarte hasta llegar al punto de eyaculación y parar. Una y otra vez. - Susana cogió los zapatos y los guardó en la caja de zapatos. Entonces se la entregó a Joss.

    - Sí, Mi Señora. - Dijo Joss ensimismado ante la idea.

    - No siempre te observaré mientras lo haces, así que podrías engañarme. - Dijo Susana. Joss la miró sobresaltado. - O podrías eyacular para aliviar tu necesidad.

    - Mi Señora - Dijo Joss alarmado, se agachó y colocó su cabeza junto a los pies descalzos de Susana. - Juro que sus ordenes serán cumplidas al pié de la letra. - Miró a Susana y vio como la mujer le devolvía la mirada con gesto serio. - Mi Señora, como ofrenda a usted, me masturbaré 3 horas, en lugar de 1. Haré que no se arrepienta de su decisión de nombrarme mascota.

     

    Susana lo miró pero sólo dijo: - Ahora vete.

     
      Posted on : Oct 19, 2012 | Comments (0)
     
    El Lado Oscuro de Susana - Parte 08

     

    Arrodillado frente al taburete con los testículos colocados sobre la superficie de madera, Joss miraba a Susana. La mujer le acariciaba el escroto con la fusta de cuero negro.

     

    La presión de la cinta de cuero que ahorcaba sus testículos en la base le causaba dolor. Su escroto formaba claramente la forma de sus testículos. Entonces Susana golpeó con la fusta. Joss gimió de dolor y su cuerpo tembló. No había sido un golpe demasiado fuerte, Susana apenas había usado un giro de muñeca, pero sus testículos ya doloridos ardieron.

     

    Susana golpeó de nuevo. Joss gimió y se retorció. Pero en ningún momento apartó los testículos del taburete. Sabía que Susana disfrutaba con aquello y él sólo deseaba su satisfacción.

     

    Susana admiró el grueso pene, erecto y vibrante. Por primera vez desde que llegase a su casa, el pene de Joss le pareció hermoso. Entonces lanzó un golpe realmente duro.

     

    Joss lanzó un pequeño grito y sintió como si sus testículos estallasen. Su pene dio una sacudida y escupió gran cantidad de líquido preseminal. Susana comenzó a golpearle rítmicamente, cambiando la intensidad y el ritmo.

     

    Sus testículos ardían y el dolor comenzó a ascender por su vientre. Susana rompía el ritmo de los golpes con algún azote especialmente duro de tanto en tanto. Tras cierto tiempo, Joss comenzó a dudar, se preguntó si Susana podría causarle daño permanente.

     

     

    Sus testículos le dolían terriblemente y sentía ganas de vomitar, pero Susana continuaba castigándole. Joss sintió miedo. ¿Podría Susana castigarle hasta el punto de lesionarle?, ¿Debería parar?, ¿Podría parar? Sabía lo que significaba el parar. La perdería definitivamente.

     

    Joss miró a Susana, vio sus pequeños zapatitos de tipo "manoletina", sus tejanos no demasiado ajustados, una camiseta que apenas se abultaba bajo la presión de sus pequeños pechos y miró su cara de ratita, con sus gafas poco sexy.

     

    El hombre contempló a Susana unos instantes durante los cuales ella, empuñando la fusta, le golpeó varias veces.

     

    Pero, al mirarla, se disiparon todas sus dudas, sintió que la amaba profundamente. Susana era su Señora, él sólo debía procurar su satisfacción. Confiaría en ella por completo.

     

    Avergonzado por sus dudas, no solo no se apartó, sino que movió ligeramente su cintura para que sus testículos quedasen todavía más expuestos ante Susana. Pertenecían a Su Señora y su deber era ofrecérselos sin reservas.

     

    Susana observó el movimiento y, complacida, golpeó duramente una vez más. Entonces paró.

     

    - Coloca el pene sobre el taburete. - Dijo secamente.

    - Sí, Mi Señora. - Dijo Joss, aliviado de que hubiese terminado con los azotes. Apartó los testículos y coloco su pene contra el borde del taburete. Erecto y sobreexcitado, se mantenía firme, apuntando al techo.

     

    Entonces Susana levantó su pie derecho y pisó con él el pene de Joss. Apoyó todo su peso sobre el pié y el pene quedó aplastado contra la superficie de madera del taburete. Joss gimió.

     

    - Ésto - Dijo Susana muy seria - es lo más cerca que estarás, posiblemente nunca, de tener sexo conmigo. Para un proyecto de esclavo como tu, la suela de mi zapato y la madera del taburete representan mi sexo.

    - Mi Señora - Dijo Joss sintiendo su duro pene aplastado por la suela del zapato de Susana. - Esto es más de lo que merezco, y jamás podré desear nada más. - Joss miraba el pequeño pie de Susana, cubierto por la pequeña manoletina. Le parecía lo más sexy que había visto jamás. Su pene vibraba sobreexcitado bajo su peso.

     

     

    - Ahora quiero que me penetres. - Dijo Susana. - Demuéstrame que mereces estar aquí.

    - Si, Mi Señora.

     

    Entonces Joss comenzó a mover sus caderas atrás y adelante, haciendo que su pene se deslizase entre el taburete y el zapato de Susana. Sentía su piel frotarse contra la sucia suela del zapato. Se sentía más excitado de lo que hubiese estado nunca. El pequeño pie de Susana le volvía loco. Ni siquiera dentro del sexo de una chica su pene había estado tan excitado como ahora.

     

    Susana presionaba contra el taburete, dificultando el movimiento del pene. El glande no paraba de escupir líquido preseminal. Entonces Joss alargó las manos para tocar el zapato de Susana. En su excitación no pudo evitar el impulso de tocarlo.

     

    Antes de que pudiese llevar a contactar con el zapato, Susana le golpeó la mejilla con la fusta. Joss gimió y apartó las manos. Una marca roja pareció en su cara y notó como ésta pulsaba de dolor.

     

    - ¿Cómo me atreves, esclavo? - Dijo Susana furiosa. Desplazó todo su cuerpo sobre el pié y Joss lanzó un gritito pensando que su aplastado pene iba a estallar. - ¿Cómo osas intentar tocar a tu Ama, perro?

    - Mi Señora, yo... - Su excusa fue cortada cuando Susana lanzo un brutal golpe de fusta contra el glande de Joss. Éste gritó de dolor. Intentó apartarse pero su pene estaba atrapado bajo el zapato de Susana.

    - Ni puedes tocarme - Dijo Susana al tiempo que golpeaba de nuevo el glande de Joss - ni puedes eyacular, perro. - Lanzó un tercer golpe. Sobre la delicada piel del glande aparecieron tres marcas oscuras allí donde la fusta había golpeado.

     

    Joss iba a decir algo, pero finalmente decidió callar y agachar la cabeza. Sabía que había vuelto a fallar y no había nada que pudiese decir. La mejilla le ardía y apenas sentía el glande, sólo un calor abrasador.

     

    - Continúa - Dijo Susana.

     

    Entonces Joss continuó moviendo su pene entre el taburete y la suela del zapato de Susana, como quien penetra a una mujer. Continuó durante largo rato, hasta que llegó un punto en que pensó que no podría aguantar más. Estaba seguro de que iba a eyacular en cualquier momento. Pero curiosamente no pensó en la desobediencia. No pensó en la falta que cometería si eyaculaba. Ni siquiera pensó en el castigo que recibiría o en si sería expulsado del lado de Susana. No, en todo lo que Joss podía pensar en aquel momento era en la sagrada suela del zapato de Susana mancillada por su semen.

     

    Pero, justo cuando creía que no podría resistir ni un segundo más, Susana apartó el pié. Joss se apartó del taburete y se concentró en no eyacular. Momento en que Susana le pateó los testículos con la punta de su zapato.

     

     

    - Eres un necio - Dijo con desdén.

     

    El golpe llevó a Joss hasta el orgasmo. Gimió y cerró los ojos. Intentó contenerse, pero su pene sufrió las características convulsiones del orgasmo. Convencido que eyacularía apretó los dientes. Solo podía pensar una frase "Perdóname Mi Señora! Perdóname Mi Señora!".

     

    Tras una última convulsión, su pene escupió una pequeña cantidad de líquido preseminal. Sintió una punzada de dolor agudo en la base del pene y entonces todo terminó. Abrió los ojos y miró su pene, erecto y cubierto de rozaduras, muy excitado, pero sin haber eyaculado.

     

    Susana observó lo que había sucedido boquiabierta. Era imposible. Le había llevado al límite y le había forzado a atravesarlo. Estaba segura de que eyacularía. En el fondo lo sentía como una especie de recompensa para él.

     

    Le hubiese castigado severamente, le hubiese enfrentado a la posibilidad de expulsarle, pero al final le hubiese perdonado.

     

    Sin embargo, aquello lo cambiaba todo. Si ya se había convencido de que aquel hombre estaba a su total disposición cuando había aceptado voluntariamente abandonarla, aquel acto que acababa de ver iba mucho más allá. Su devoción le había llevado a conseguir revertir una eyaculación que era inevitable.

     

    Miró el pene de Joss, erecto, mojado por su propio líquido preseminal y cubierto de marcas de rozaduras. Por primera vez en su vida se sintió excitada frente a un esclavo. Apenas un ligero calor en el vientre, pero suficiente. Nunca había sentido nada parecido con un esclavo. Ella, siempre segura y con sus emociones bajo control, por primera vez vislumbraba una pequeña grieta en su armadura.

     

    Aquello la hizo sentir vulnerable. Y sentirse vulnerable la enfureció.

     

     
      Posted on : Oct 19, 2012 | Comments (0)
     
    El Lado Oscuro de Susana - Parte 07

    Susana se sentía nerviosa, y odiaba aquella sensación. Siempre había sido una mujer tranquila, segura de sí misma, pero ahora dudaba. Externamente mantenía el tipo, en pié firme con los brazos cruzados sobre su pequeño pecho miraba a Joss.

     

    Pocos esclavos habían llegado hasta aquel punto. Prometer obediencia y aguantar unos cachetes era fácil. Pero en Joss había visto algo más, no era solo el hecho de que su pene llevase casi un día entero en erección, era la forma en que sentía que la miraba, era la adoración que notaba por su parte. Podía sentir el efecto que su mera presencia tenía en él. Una serie de sensaciones que no había tenido con casi nadie.

     

    Y estaba la pequeña Susana, claro. La inocente, enamoradiza, aquella jovencita que hacía tiempo estaba oculta en lo más profundo de ella. Con Joss había aparecido de nuevo, la notaba excitada, ilusionada. ¿Sería Joss el esclavo que había esperado tanto tiempo?

     

    Pero la Susana fuerte, decidida, despreciaba a la otra, a la que consideraba débil y estúpida. Se sentía realmente complacida con Joss, pero el hecho de que la otra Susana tuviese razón la hacía enfurecer. En cierto modo deseaba que Joss fallase, deseaba tener la razón, deseaba confirmar que los hombres eran brutos estúpidos y que ninguno la merecía.

     

    ***

     

    Joss la miraba quieto, disfrutando de su sola presencia. Todavía no entendía muy bien el magnetismo de aquella mujer, pero se sentía feliz cerca de ella.

     

    Entonces Susana extendió la mano derecha hacia él, con la palma hacia arriba. En ella había un pequeño lazo de cuero negro. Era fino y pequeño. Junto a él había un aro de goma, muy pequeño. Joss lo miró unos segundos.

     

    - Coge el lazo de cuero. - Dijo Susana secamente.

    - Sí, Mi Señora. - Contestó Joss mientras cogía el lazo. Al hacerlo sus dedos rozaron levemente la piel de Susana. Joss sintió como si una descarga eléctrica recorriese su cuerpo. Su piel se tornó en piel de gallina, sus pezones se endurecieron y su pene vibró sobreexcitado.

    - Colócate el lazo en los testículos, por debajo del pene.

     

    Joss la miró un instante antes de responder "Sí, Mi Señora". El lazo era muy pequeño. Joss rodeó sus testículos tal y como le indicaba Susana, pero para cerrar el lazo tuvo que apretar fuerte.

     

    Gimió cuando sus testículos fueron aprisionados y convertidos en una bola firme y dura, pero la visión de Susana mirándole seria despejó sus dudas, apretó y cerró el lazo.

     

    - Ahora, coge el aro de goma.

     

    Joss lo cogió. Sentía sus testículos doloridos, el escroto presionaba contra sus testículos y formaba la forma de las dos pequeñas bolitas. Sin embargo se sentía excitado. Su pene vibraba de tanto en tanto con pequeños espasmos. Gotitas de liquido preseminal manaban de su hinchado glande.

     

    El aro de goma era muy estrecho, apenas entraría en su dedo gordo. La goma se dilataba su hacía fuerza, pero era gruesa y dura.

     

    - Colócalo alrededor de la base del glande. - Dijo Susana secamente.

     

    Joss la miró un segundo. Dudó. La goma podría dilatarse, pero la presión sobre su grueso pene sería brutal. Miró a los ojos de Susana, a través de los cristales de sus gafas. Jamás podría defraudarla.

     

    Forzó el aro de goma para que pasase a través de su glande. Tuvo que hacer fuerza y obligar al aro a rodar sobre su piel. Finalmente lo soltó justo bajo el glande.

     

    Al soltarlo, Joss gimió. El aro ahorcó la cabeza de su pene de forma brutal. Su glande se hinchó y escupió un chorrito de liquido preseminal.

     

    Su corazón latía con fuerza. Le dolían los testículos y comenzaba a sentir una quemazón en su glande. Su pene daba pequeños saltitos al ritmo de los latidos de su corazón.

     

    Joss miró a Susana. Pese al dolor, se sentía satisfecho de haberla obedecido. Esperaba una mirada cómplice, un asentimiento satisfecho. Pero Susana se volvió indiferente.

     

    - Sígueme. - Dijo.

     

    Joss comenzó a caminar tras ella. Para su propia sorpresa, aquel desprecio no le afectó negativamente. Antes al contrario, se sintió orgulloso. Caminó tras ella muy erguido, con su pene y testículos ardiendo. Susana era su Señora y él debía hacerse merecedor de sus atenciones.

     

    Caminaron hasta el fondo de un largo pasillo, Joss todavía no había accedido a aquella parte de la casa. Finalmente, atravesaron una puerta.

     

    Joss miró alrededor y no pudo contener una exclamación. Aquella habitación parecía sacada de un salón sadomaso. Decorada como una mazmorra, disponía de todo tipo de elementos bondage.

     

    En un principio le pareció que las paredes eran de piedra, aunque tras una mirada más atenta, se dio cuenta de que estaban pintadas para simular piedra. También pintado sobre las paredes, Joss vio todo tipo de escenas bondage.

     

    Las paredes estaban decoradas, además, con múltiples elementos bondage. Látigos, paletas y fustas de todo tipo. Ataduras y mordazas diversas. Además, había algunas estanterías y armarios cerrados.

     

    En el techo pudo ver múltiples argollas y, en medio de la habitación lo que parecía un plinto de madera, pero cuya parte superior acababa en un filo de no más del ancho de su dedo meñique.

     

    - Es el trabajo de muchos años, consiguiendo cosas poco a poco. - Dijo Susana dándole la espalda y observando la habitación.

     

    Joss pudo notar el orgullo en la voz de la mujer. Supo que adoraba aquella habitación y que había trabajado mucho para conseguirla. Sintió un súbito orgullo. Él estaba allí, en aquella habitación, con su Señora. En el lugar del que ella se enorgullecía. Imaginó escenas bondage con Susana y sintió como su pene llegaba al punto de excitación máxima, al borde del orgasmo.

     

    - Para mí es un privilegio estar... - comenzó a decir Joss. Pero Susana se volvió hacia él y le cortó.

    - Debes saber que puedes irte cuando quieras. - Dijo muy seria.

    - Deseo estar aquí, Mi Señora. Satisfacerla. - Susana hizo un gesto de desprecio.

    - Pocos esclavos han llegado hasta aquí. Y ninguno ha salido de la habitación tras de mí. Todos se han rendido.

    - Mi Señora, yo... - Susana continuó hablando como si él no hubiese dicho nada.

    - Promete obediencia es fácil para vosotros los machos. Vuestro cerebro está en el pene. Pero debes saber que ahí dentro no encontrarás sexo. No me verás desnuda, ni siquiera en ropa interior.

    - Usted es mi Señora. No busco sexo, sólo su satisfacción. - Joss la miraba fijamente a los ojos, muy serio.

     

    Susana lo miró un instante, pensativa. Entonces se volvió y empujó con él pié un taburete de madera que había junto a una pared. Lo colocó frente a Joss. Era de madera, Joss pesó que parecía directamente salido de una película de la inquisición. Todo en aquella habitación tenía ese aspecto antiguo de mazmorra.

     

    - Arrodíllate. - Dijo secamente - Coloca los testículos sobre el taburete.

     

    Joss comprobó que la superficie plana del taburete quedaba justo un poco sobre sus testículos. Así, al colocarlos sobre el taburete, quedaban forzados hacia arriba. Eso, junto a la cinta que los aprisionaba, hacía que fuesen una bola firme y totalmente expuesta sobre la madera.

     

    Su pene, erecto y con el glande hinchado y presionado, apuntaba hacia el techo orgulloso y con pequeñas gotas de liquido preseminal recorriendo su superficie.

     

    Entonces Susana se dirigió a un armario y sacó un trípode y una cámara de video. Cuidadosamente la colocó en una esquina desde la que podía captar perfectamente a Joss.

     

     

    Éste se inquietó. ¿Iba a grabarle?, ¿Quedaría su sumisión plasmada en una película? Joss dudó, si alguien le viese, si ese video llegase hasta algún conocido...

     

    - ¿Te avergüenzas de mí, esclavo?

     

    La pregunta de Susana le cogió por sorpresa. Por un momento se sintió confuso, hasta que al fin respondió.

     

    - Mi Señora. No podría...

    - Puedo ver claramente tus dudas. - Dijo Susana. - Me hablas de respeto, de tu intención de complacerme. Pero dudas ante la idea de que alguien más se entere de tu sumisión.

     

    Joss bajó la mirada avergonzado. Se dio cuenta de cómo había fallado. Se sentía muy seguro de sí mismo, orgulloso de las tareas que había realizado hasta ahora. Pero en el momento de la verdad, había fallado sin siquiera enterarse.

     

    No podía describir el grado de adoración que sentía por Susana, pero al ver la cámara lo primero que pensó era en que nadie se enterase. Había fallado, perdido todo lo ganado hasta ahora. ¿Podría recuperarlo?

     

    ***

     

    Susana lo miraba sinceramente defraudada. Aunque una parte de ella se alegraba por haber derrotado a esa tonta de Susana, la inocentona que había pensado que aquel estúpido podría ser alguien especial.

     

    Estaba dispuesta a echar a patadas a aquel necio sin escuchar siquiera sus gimoteos suplicantes, cuando sucedió algo insólito que jamás habría esperado.

     

    Vio como Joss apartaba la mirada de ella avergonzado, durante unos instantes miró al suelo como aturdido y entonces dijo.

     

    - Mi Señora. Susana. No puedo disculpar la falta que he cometido. No puedo permanecer aquí después de este insulto. No merezco estar junto a usted. Me iré inmediatamente.

     

    Susana lo miró más sorprendida que nunca. Estaba acostumbrada a lloriqueos y suplicas. Había despedido a muchos esclavos y todos reaccionaban igual. Pero aquello. Joss iba a dejarla avergonzado por su acción. Sentía el grado de atracción y sumisión que tenía aquel chico. Y, pese a ello, iba a realizar el sacrificio supremo. Iba a dejarla a causa de su vergüenza.

     

    Por única vez en su vida, las dos Susanas se pusieron de acuerdo. Joss podía ser el hombre que habían estado esperando. Un hombre cuyo compromiso era tal que estaba dispuesto a dejarla a causa de una falta que había cometido de forma inconsciente.

     

    - No irás a ninguna parte. - Dijo Susana cuando Joss comenzaba a levantarse. El hombre la miró sorprendido. - Tu falta será perdonada.

     

    Jamás Susana había visto una mirada de mayor satisfacción y alivio. Si hasta ahora la miraba con deleite y adoración, Susana comprobó que acababa de alcanzar el rango de deidad.

     

    - Mi Señora - comenzó a decir con voz temblorosa - Le prometo que jamás volveré a defraudarla.

    - Eso espero - Dijo Susana secamente. Había pasado el momento de la sorpresa y volvía a su papel de indiferencia para con su esclavo. - Tu falta no será olvidada. Como esclavo estás marcado. Esta falta te perseguirá siempre y faltas aparentemente leves que le serían perdonadas a otros esclavos, no te lo serán a tí.

    - No puedo expresar mi gratitud, Mi Señora. Porque no la merezco.

     

    Como si no le hubiese escuchado, Susana se volvió hacia la cámara y la conectó.

    - Tu sumisión será grabada y la distribuiré entre amigos y la comunidad domfem.

    - Y yo estaré orgulloso de poder decir que es usted Mi Ama. - Susana lo miró fijamente mientras hablaba.

    - No te confundas, estás muy lejos de poder considerarte mi esclavo. - Mientras hablaba, cogió una fusta de cuero, larga y fina.

     
      Posted on : Oct 19, 2012 | Comments (0)
     
    El Lado Oscuro de Susana - Parte 06

    En pocos segundos Joss había pasado por varias fases, las cuales le sirvieron para darse cuenta de lo mucho que deseaba a Susana.

     

    Había dudado de ella, de lo que él hacía aquí sometiéndose a los absurdos deseos de aquella mujer. Al borde de la eyaculación se dio cuenta de lo que significaba desobedecerla. De lo importante que era para él complacer a Susana. Imaginar fallarle, no cumplir con sus expectativas, fue tan terrible que consiguió sacar fuerzas de no sabía dónde para evitar correrse. Por último, ver el mínimo destello de satisfacción en los ojos de la mujer le había convenció por completo. Sintió un orgullo desmedido al pensar en que había satisfecho, aunque fuese levemente, a su Señora.

     

    Por primera vez desde que entró en aquella casa sabía con total seguridad que deseaba servir a Susana. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. Sus genitales pertenecían a Susana y nunca eyacularía antes de obtener su permiso expreso.

     

     

    Aquella fugaz mirada de satisfacción era lo único que deseaba. La promesa de otra de aquellas miradas era suficiente para arrostrar cualquier cosa. No importa lo que costase o doliese, Joss estaba dispuesto a hacerlo.

     

    Pensando en todo esto, se dispuso a cumplir con sus tareas. Se dirigió hacia el armario para sacar sábanas limpias, pero se detuvo. Cuando Susana saliese de la ducha, deseaba desayunar. No quería que su Señora esperase ni un segundo en ver cumplidos sus deseos, así que se dirigió a la cocina para preparar el desayuno.

     

    Una vez allí reparó en que no conocía los gustos de su Señora. Contrariado, decidió que no podía fallarle ni siquiera en lo más mínimo, así que prepararía casi de todo.

     

    Preparó café, leche caliente y fría y exprimió varias naranjas para hacer zumo. Al ir hacia la terraza para colocar la mesa se dio cuenta que era de día, lucía el sol y la terraza no tenía ningún tipo de barrera que impidiese la visión desde el exterior.

     

    Cualquiera podría verle, desnudo, con únicamente el collar de mascota que Susana le colocase la tarde anterior.

     

    Tras una pequeña vacilación, decidió que no le importaba, salió fuera, erguido y decidido. Era el orgulloso siervo de Susana. Y estaría encantado de que cualquiera que mirase lo supiese.

     

    Colocó un pequeño mantel en la mesa exterior y dispuso los cubiertos y la vajilla, y los recipientes con el café, la leche y el zumo.

     

    Se sentía eufórico, la idea de servir a aquella mujer lo excitaba. Su pene vibraba erecto y muy duro. Volvió a la cocina y colocó cereales en un bol, varias pastas sobre una bandeja y las sacó a la terraza. Deseaba que Susana pudiese elegir lo que más le apeteciese. La idea de que ella desease algo específicamente y no lo tuviese le azoraba.

     

    Por último, decidió preparar tostadas. Inicialmente cogió pan de molde y sacó la tostadora, pero pronto se reprochó a sí mismo que su Señora merecía mucho más que aquella basura prefabricada. Así que decidió preparar las tostadas de forma manual, cogió pan de hogaza que encontró en una alacena, lo cortó en rebanadas y lo tostó en el horno.

     

    Una vez estuvo bien tostado, lo llevó a la terraza junto con mantequilla y mermelada.

     

     

    Susana salió de la ducha y se dirigió al salón. Allí vio como Joss llevaba la última bandeja con las tostadas y la mermelada y la dejaba sobre la mesa. El chico se colocó firme junto a la mesa y la miró.

     

    - Mi Señora, su desayuno está listo.

     

    Susana si dirigió hacia la terraza y observó con ligero asombro la mesa. Aquel esclavo había realizado un gran trabajo. Normalmente los esclavos no eran capaces de preparar un desayuno como aquel. La mayoría eran brutos que jamás había entrado en una cocina para hacer nada más complicado que un huevo frito.

     

    Pero en la mesa que Joss había preparado Susana pudo detectar cierto estilo, la forma en que había dispuesto los cubiertos y vajilla, todo lo que había colocado sobre la mesa, no había olvidado nada, las tostadas hechas con pan de hogaza y al horno en lugar de con pan de molde y en la tostadora.

     

    Lentamente, Susana se sentó a la mesa y comenzó a desayunar. De tanto en tanto miraba brevemente a Joss, firme, con las manos a la espalda y con el pene muy erecto.

     

    La mujer comenzó a sentirse levemente halagada. Aquel esclavo llevaba casi un día con el pene furiosamente erecto, únicamente con el estímulo de estar cerca de ella.

     

    Además había superado todas las pruebas hasta ahora, no solo eso, sino que las había realizado con una dedicación y delicadeza como nunca se había encontrado. Todos los esclavos que había tenido tenían algo en común y era el componente sexual de su sumisión.

     

    En todos ellos, mejores y peores, Susana podía detectar el deseo sexual, la servían y obedecían en previsión del sexo. No era de extrañar que ninguno lo consiguiese, pensó Susana. Para ellos la sumisión sólo era una forma como otra cualquier de llegar al sexo.

     

    Inicialmente en Joss también había sentido ese deseo sexual pero, poco a poco, notó como se había diluido. Podía notar como el chico deseaba servirla. Ahora mismo estaba allí, de pié junto a ella, preocupado porque le complaciese el desayuno, había olvidado el componente sexual.

     

     

    Aquello era lo que le mantenía en aquel estado de brutal excitación. Estar cerca de ella, servirla, sentir como sus acciones la complacían. Aquello le proporcionaba placer.

     

    - ¡Te dije que me gustaba!, ¡Que podía ser él! - Por primera vez la ilusión y la ingenuidad de la Susana pequeña y enamoradiza se le contagió. Pero pronto la Susana dura y cruel volvió a tomar el mando. - Este esclavo todavía tiene que demostrar mucho.

     

    Cuando hubo acabado el desayuno se levantó y se dirigió a Joss:

    - Estaré en mi estudio. Termina tus tareas, desayuna algo y descansa un rato. - Sin esperar respuesta, se alejó.

    - Sí, Mi Señora. - Dijo Joss a la espalda de Susana.

     

    ***

     

    Joss estaba seguro que había impresionado, aunque fuese un poco, a Susana. Sabía que el desayuno la había complacido. Aunque su indiferencia le había desilusionado. ¿Que esperada? ¿Que ella le sonriese y le agradeciese profusamente su trabajo? ¿Quizá un gesto de complacencia?

     

    Aunque, por otro lado, era su obligación hacer que Susana se sintiese complacida. ¿Acaso debía esperar reconocimiento por hacer lo que era su obligación? Había cumplido con el mínimo exigible; complacer a su Señora. Súbitamente se sintió estúpido por pensar que alguien como ella se mostraría eufórica ante algo tan tonto como servirle el desayuno. Si quería arrancarle un gesto, por mínimo que fuese, debía hacer mucho más.

     

    Pensar en servirla y en complacerla hizo que su pene se endureciese aún más y diese un respingo. Decidido, comenzó a recoger la mesa. Una vez hubo llevado todas las cosas a la cocina, se puso a fregarlas.

     

    Mientras lo hacía imaginaba a Susana observándole, imaginaba miradas y gestos complacidos. Aquellas ideas le excitaban. Al acabar de fregar se dirigió hacia la habitación de su Señora.

     

    Caminando hacia allí se dio cuenta de algo. No pensaba en Susana en términos sexuales. Pensaba en servirla, imaginaba su servidumbre y aquellos pensamientos le excitaban más aún que cuando, otras veces, tenía pensamientos sexuales con otras chicas.

     

    No es que Susana no le atrajese sexualmente, al contrario, su cuerpecito pequeño, casi de niña, su carita de ratilla. Pensar en ella le excitaba sí, pero pensar en servirla y estar a sus pies le producía un placer a años luz de distancia.

     

    Ya en la habitación, y con su pene vibrando de excitación, Joss quitó las sabanas de la noche anterior y las metió en el balde de la ropa sucia que había en el cuarto de baño. Vio que estaba bastante lleno y decidió que después metería toda esa ropa en la lavadora.

     

    Seguidamente, sacó del armario que le había indicado Susana hacía un rato un juego de sábanas limpias. Cuando iba a colocarlas en la cama, decidió que Su Señora no podía dormir en unas sábanas recién sacadas del armario, ligeramente arrugadas. Así que cogió la tabla de planchar y la plancha y alisó cuidadosamente las sabanas. Cuando consideró que estaban perfectas, las colocó en la cama.

     

     

    Tras esto, introdujo la ropa sucia en la lavadora y la conectó. Al volverse, Susana estaba en pié frente a la puerta. Muy seria y con los brazos cruzados sobre su pequeño pecho.

     

    - Has demostrado que sabes servir. - Dijo mirándole fríamente - Pero para ser mi esclavo, todavía tienes que demostrarme mucho. Creo que es hora de pasar a la siguiente fase.

     
      Posted on : Oct 14, 2012 | Comments (0)
     
    El Lado Oscuro de Susana - Parte 05

    Horas después, cuando la luz de la mañana comenzó a iluminar la habitación, Joss sentía su pene arder como jamás lo había hecho. Llevaba más de doce horas con una erección constante, y las últimas horas, junto con los efectos de los aros vibratorios le habían llevado al límite.

     

    Notaba sus testículos duros y doloridos, al igual que su pene, erecto y al límite de la eyaculación. Durante toda la noche, a través de la oscuridad, había entrevisto el pequeño bulto que era Susana bajo las sábanas. Imaginar el pequeño cuerpo de la mujer, cubierto por su largo camisón, los diminutos pies a menos de un metro de él. Todo ello alimentaba el fuego que sentía en la entrepierna.

     

     

    Una parte de él seguía sin entenderlo. ¿Porqué aguantaba aquello? Objetivamente Susana era una mujer bastante normalita. Esa parte de Joss deseaba masturbarse, imaginaba el placer que sentiría si se masturbaba ahora, con el grado de excitación que tenía. O, mejor aún, si se iba a casa y echaba un polvo con alguna de sus amigas. Pero no serían Susana.

     

    Esa idea acudió a él sin pensarlo, podría estar con otra mujer pero no sería Susana. En ese momento se dio cuenta que comenzaba a sentir algo por aquella mujer. Todavía no se atrevía a definir exactamente qué sentía, pero era algo más que hacía apenas un día. Durante los meses en que había trabajado junto a ella, Joss siempre había sentido cierto morbo por Susana, pero ahora había cambiado.

     

    Pese a la pequeña parte de él que todavía se revelaba, Joss estaba muy cerca de aceptar lo que sentía por Susana.

     

    Joss dio un pequeño respingo cuando, a trasluz, vio como Susana se movía lentamente, se desperezaba y alargaba el brazo para encender la luz. Todavía con gesto soñoliento, Susana miró a Joss durante unos segundos.

     

    - Buenos días, Mi Señora, Susana. - Dijo Joss suavemente.

     

    ****

     

    Susana miró a su esclavo mientras se desperezaba y lo vio allí firme, justo donde lo había dejado la noche anterior, con su pene furiosamente erecto rodeado por los dos aros vibratorios.

     

    Sabía que la noche en vela era una dura prueba para sus esclavos, muchos no la soportaban y amanecían dormidos en el suelo. Otros eyaculaban sin permiso e intentaban ocultárselo.

     

    La Susana inocente, romántica, estaba segura que Joss habría aguantado, que lo habría hecho por ella. Pero su lado oscuro y cruel pensaba lo contrario. Joss habría hecho algún tipo de trampa, estaba segura. No creía, no quería creer que aquel hombre había resistido la prueba.

     

    Cuando Joss habló, Susana se levanto y caminó hasta ponerse frente a él. Entonces lo abofeteó furiosamente en la cara.

     

    - Nadie te ha dado permiso para pronunciar mi nombre, estúpido.

    - Lo siento, Mi Señora. No volverá a pasar.

     

    Susana lo abofeteó de nuevo enfadada. Miraba el pene de Joss, erecto. Los anillos estaban colocados exactamente igual que la noche anterior. En efecto, parecía que Joss había superado la prueba. Además, su experiencia la había enseñado a distinguir cuando un pene había eyaculado recientemente, y podía asegurar que aquel pene no lo había hecho.

     

    Aquello la indignó. No era capaz de saber porqué, pero el hecho de que Joss superase sus pruebas la enfurecía. Normalmente se sentía ligeramente halagada, dentro del cierto desprecio que sentía por sus esclavos, cuando uno superaba alguna prueba. Pero con Joss era diferente, sentía sus triunfos como una afrenta personal. Quizá fuese por el hecho de que su parte sensible, la Susana joven e infantil, se había encariñado de Joss y creía en esa absurda teoría del esclavo esperado.

     

    - Estas serán tus tareas matutinas, esclavo - Dijo Susana secamente. - Mis sábanas deben ser cambiadas cada mañana. Me gusta dormir en sabanas limpias y planchadas. Se guardan en aquel armario. - Susana señaló al armario empotrado que cubría una de las paredes.

    - Sí, Mi Señora. - Dijo Joss.

    - Es tu responsabilidad que siempre haya recambio. - Continuó Susana ignorando a Joss. - Tras tomar mi baño diario, desayunaré en la terraza si hace buen tiempo. En caso contrario, en el salón.

    - Como gustes, Mi Señora.

     

    Sin esperar a que Joss acabase de hablar, Susana se volvió y caminó hacia el cuarto de baño.

     

     

    ****

     

    Al volverse, el vuelo del camisón rozó ligeramente el pene erecto de Joss. Éste sintió el roce como una explosión. Su sobreexcitado pene dio una fuerte sacudida. Joss gimió y cerró los ojos. Durante unos segundos estuvo seguro de que iba a eyacular. Su pene vibró incontrolable y abundante líquido preseminal manó de él.

     

    En el último momento, de alguna manera, su pene se calmó. Joss tenía los ojos cerrados y los dientes apretados. Esos horribles segundos le habían valido para hacerse a la idea de perder a Susana. Sabía que si la desobedecía y eyaculaba todo habría acabado. Y, súbitamente, comprendió que la idea de perderla le aterrorizaba.

     

    Al abrir los ojos se dio cuenta que Susana se había vuelto y observaba su pene. Estaba muy seria, pero Joss creyó ver un ligero destello de satisfacción en sus ojos.

     

    Bruscamente, la mujer se volvió y desapareció en el cuarto de baño.

     
      Posted on : Oct 14, 2012 | Comments (0)
     
    El Lado Oscuro de Susana - Parte 04

    Susana observó complacida mientras Joss tendía la ropa. Mientras lo miraba, se dio cuenta de algo que no había observado en ningún otro de sus esclavos. Era la delicadeza con que trataba su ropa interior.

     

    El chico manejaba su ropa como si fuese a desintegrarse entre sus dedos, lenta y delicadamente la cogía del cesto y la colocaba en las cuerdas de tender. La mujer notaba como el pene del chico reaccionaba al tacto de su ropa. Cuando cogía una prenda con sus manos el pene daba un pequeño respingo.

     

    Ella era consciente del grado de excitación en el que estaba Joss, y aquello la complacía. Se sorprendió considerando que nunca había estado tan sorprendida con ninguno de sus anteriores esclavos. Por un momento volvió a considerar si Joss sería aquel al que había estado esperando desde siempre. La Susana inocente y romántica asomaba de nuevo con su débil vocecilla.

     

    Entonces se enfureció. La Susana perversa y despiadada consideraba aquello un insulto. Paradójicamente consideraba los éxitos de sus esclavos como ofensas personales. Aquello la llevaba a ser dura y caprichosa, quizá demasiado. Quizá tanto que ningún esclavo tenía la opción de satisfacerla.

     

    - Mi Señora, he terminado. - La voz la sobresaltó ligeramente, se enfureció y con un arrebato de furia golpeó los testículos de Joss con la fusta. A veces se quedaba ensimismada en esa lucha interior entre su lado perverso y su lado inocente. Y el echo de que Joss la sobresaltase en uno de esos momentos la había enfurecido, lo consideraba una muestra de debilidad. Furiosa le golpeó de nuevo.

     

     

    El chico gimió y se inclinó ligeramente hacia adelante, pero se mantuvo firme, sujetando el balde vacío con las manos.

     

    - Deja eso en el cuarto de baño, estúpido. - Dijo enfurecida. Observó como se alejaba y sintió una ligera punzada de arrepentimiento. Le había golpeado sin motivo, sólo por rabia, no había hecho nada para merecerlo.

     

    - Es mi esclavo, lerda, le golpearé cuando y cuanto quiera. - Susana murmuró las palabras en voz baja. Odiaba su parte sensible, y odiaba que se manifestase tan a menudo. Normalmente no solía sucederle, normalmente podía mantenerla enterrada. ¿Porque aparecía tanto ahora?, ¿Nuevamente era culpa de Joss?

     

    - ¿Así que te gusta Joss? Sólo es un bruto, como todos. Sólo desea penetrarnos, montarnos como si fuésemos yeguas. - Susana murmuraba mientras miraba su propia imagen en un espejo del salón. - Y te lo demostraré, no dejaré que nos vuelvan a hacer daño por culpa de tu estupidez.

     

    ******

     

    Joss dejó el balde en el cuarto de baño. Notaba sus testículos a punto de estallar, aquella locura le volvía loco. Apenas lo entendía, pero no podía parar. Una parte de él le chillaba que se largase de allí, que dejase a esa pirada con sus chorradas. Todavía podría llegar a tiempo de alcanzar a sus amigos para irse de fiesta.

     

    Pero no podía. Sentía como si Susana emanase un campo magnético que le mantuviese cerca, con su pene furiosamente erecto.

     

    - Sígueme, esclavo. - Joss se giró y vio a Susana caminar pasillo adelante.

     

     

    La siguió hasta su dormitorio. Era amplio, una enorme cama dominaba la habitación, la pared izquierda estaba cubierta por un armario empotrado y la derecha era un gran ventanal. Una pequeña puerta junto al armario empotrado daba a un baño.

     

    A los pies de la cama Joss vio una esterilla de perro. Por un momento pensó que Susana le iba a obligar a dormir allí, en el suelo y a sus pies, como un perro. Una parte de él se excitó ligeramente, la otra continuaba diciendo que aquello era absurdo y que saliese pitando de esa casa.

     

    - Ni lo sueñes. - Dijo Susana, viendo como Joss miraba la esterilla. - Eres mi esclavo, no mi mascota. Aún te falta mucho para demostrar que puedes ser mi mascota. Colócate firme, con las manos a la espalda, a los pies de mi cama. - Joss hizo lo que le ordenaban.

     

    - Como mi esclavo, velarás mi sueño. Te mantendrás firme ahí hasta mañana. A las 7 en punto me despertarás. ¿Has entendido, esclavo?

     

    Joss asintió con la cabeza mientras pensaba que aquello era absurdo, no podría estar toda la noche de pié. Un fuerte golpe de fusta en los testículos cortó sus pensamientos y, repentinamente, supo que había fallado.

     

    - Estúpido esclavo - exclamó Susana golpeándole de nuevo - Te advertí - Tercer golpe - Que debías - cuarto golpe - llamarme - quinto golpe - Mi Señora - El sexto golpe fue especialmente duro y Joss se inclinó hacia adelante gimiendo.

     

     

    - Perdón, Mi Señora - Joss gimió, el dolor apenas le permitía hablar.

    - ¿Cómo dices? - Susana levantó la voz. Estaba furiosa, aquel bruto le había faltado al respeto. Pero, en el fondo, Susana percibía a la débil Susana, la estúpida, la enamoradiza, susurrando que había sido sólo un fallo, un descuido. - Ponte firme! - Gritó.- Joss obedeció y Susana le golpeó de nuevo.

    - Perdón, Mi Señora - Dijo Joss con voz firme, sobreponiéndose al dolor punzante que sentía.

     

    Susana le golpeó dos veces más y, cuando iba a golpearle de nuevo, se detuvo. Se dio cuenta que se había dejado llevar por la ira y se odió por ello. Nuevamente se había mostrado débil ante su esclavo. Debía ser fría y calculadora, siempre lo era. ¿Por qué ahora no? Decidió que pensaría sobre ello en otro momento. Se giró y se metió en el baño a prepararse para meterse en la cama.

     

    Joss se mantuvo firme, con los testículos ardiendo. Había notado la furia excesiva de Susana, había visto como se dejaba llevar y le golpeaba cegada por ella. Pero él había fallado. ¿Cómo pudo olvidar llamarla Mi Señora?, Merecía aquel castigo. Deseaba satisfacerla y haría lo que fuese para conseguirlo, pero ese tipo de errores no podían consentirse.

     

    Mientras así pensaba, otra parte de él seguía diciendo que aquello era una tontería. Aquella mujer estaba loca, le haría sufrir y, lo peor de todo, estaba seguro que no había sexo a la vista.

     

    Cuando la puerta del baño se abrió, Susana salió de él vestida con un camisón largo. Joss pensó en una película del oeste, el camisón le llegaba hasta los tobillos y era de manga larga. Pese a lo poco sexy, Joss se sintió excitado. Era su presencia, su actitud, la forma de moverse lo que le excitaba.

     

    Susana se acercó a Joss y se colocó delante de él. En la mano tenía dos anillos vibradores. Sin siquiera mirar a Joss, la mujer colocó el primer anillo en la base del pene de Joss, el segundo lo colocó alrededor de su glande.

     

    Sin decir nada, ignorándole por completo, Susana se metió en la cama y apagó la luz.

     

     

    A oscuras Joss se sintió como un objeto, totalmente ignorado por Susana. Le había colocado los anillos sin mirarle ni darle explicaciones. Anillos que, por cierto, no vibraban. Sin embargo, se sentía excitado. Recordó lo que le había dicho la mujer hacia varias horas. Sus genitales no le pertenecían. Pertenecían a Susana, ella podía hacer lo que quisiera con ellos. En la penumbra, miraba el pequeño bulto que formaba la mujer en la cama y sintió que la amaba. Sintió que haría lo que fuese para conquistarla, sería su esclavo más fiel.

     

    Entonces los anillos comenzaron a vibrar furiosamente. Su pene se hinchó a punto de eyacular. Por un segundo pensó que eyacularía y cubriría la cama de Susana de semen. Cerró los ojos y apretó los dientes. No podía eyacular. Susana no le había dado permiso. Claro que tampoco se lo había prohibido expresamente. Pero Joss no estaba dispuesto a cometer más errores. Resistiría.

     

    Durante un rato que pareció eterno, los anillos vibraron furiosamente. Joss resistió como buenamente pudo hasta que, repentinamente, la vibración cesó. Aquella fue una larga noche. Los anillos se encendían y se apagaban aleatoriamente. Eso, y la propia presencia de Susana, hicieron que su pene se mantuviese erecto toda la noche.

     
      Posted on : Oct 14, 2012 | Comments (0)
     
    El Lado Oscuro de Susana - Parte 03

    Joss pensó que Susana había nacido con aquella fusta de cuero entre sus pequeñas manos, pues la manejaba con asombrosa precisión. Vio como la mujer movía su muñeca y un instante después una oleada de dolor surcó su bajo vientre, cuando la vara golpeó sus testículos.

     

    Con las manos atadas a la espalda y el collar alrededor de su cuello, Joss se sabía en manos de aquella mujer. Su desnudez e indefensión frente a Susana, vestida con sus habituales ropas puritanas, le excitaba tremendamente. Se había entregado a la pequeña mujer y estaba dispuesto a servirla incondicionalmente.

     

     

    Otro golpe le hizo gemir e inclinarse ligeramente hacia adelante. Sus testículos ardían de dolor. Susana le miraba seria, sin dejar escapar ninguna emoción. Joss se había entregado a ella, sí, pero eso no significaba que el sentimiento fuese recíproco. La propia Susana había dicho que debería demostrar que la merecía y Joss sabía que aquello no era más que la primera prueba.

     

    Tras el enésimo golpe, Joss miró al techo apretando los dientes para no gritar. Apenas un gemido se escapó entre sus labios. Pese a que sus testículos estaban doloridos, su pene se mantenía furiosamente erecto. Pero no le excitaban los golpes, después de todo no se consideraba un masoquista, lo que extrañamente le excitaba era la propia presencia de Susana.

     

    Nunca había sentido algo parecido, aquella pequeña mujer parecía ejercer una atracción magnética. La miró allí, delante de él, firme y seria, vestida con aquella ropa en las antípodas de lo sexy y su sola visión hizo que una oleada de excitación recorriese sus genitales. Había estado con chicas mucho más atractivas que Susana pero, incluso teniéndolas desnudas, sobre la cama, nunca antes se había sentido como ahora.

     

     

    ***

     

    Susana estaba agradablemente sorprendida aunque, por supuesto, no dejó que se notase externamente. Aquel estúpido no era el primer hombre que estaba en esta situación, pero la pertinaz erección que había lucido desde que se desnudó sí que era una novedad para ella.

     

    ¿Acaso sería uno de esos masoquistas que disfrutaban con el dolor? A Susana no le gustaba esa clase de hombres. El dolor debía servir como acicate, como elemento corrector. Cuando a un hombre le gustaba que le pegasen, se perdía un elemento básico para su educación.

     

    Pero Susana no creía que fuese eso, Joss respondía a los azotes, el dolor no le complacía, pero su pene se mantenía orgullosamente erecto. Le azotó los testículos varias veces más con fuerza. Ponerse al servicio de una mujer es fácil, pero aceptar totalmente lo que este servicio implicaba es algo muy diferente.

     

    Muchos hombres habían renunciado en este punto. La previsión de sexo puede hacer que en un hombre diga cualquier cosa, por eso Susana comenzaba con esta azotaina. El esclavo comprendía que no habría sexo, ni placer, pero sí mucho sufrimiento. Pocos lo aceptaban.

     

    Pero Joss se mantuvo firme, apenas abrió la boca más que para proferir algún gemido ahogado. Susana le azotó más que a ningún otro. Sin saber exactamente la razón, se sentía furiosa. Quizá fuese que no le gustaban las novedades, se jactaba de conocer con mucha antelación la reacción de sus esclavos, rara vez la sorprendían. Sabía perfectamente que Joss iba a superar esta primera prueba, pero no se esperaba que lo hiciese tan bien. Tras varios furiosos azotes más, Susana paró.

     

    ***

     

    Sentía los testículos como dos bolas de fuego. Cuando vio a Susana dejar la fusta, sintió un tremendo alivio. Su pene seguía muy erecto y el mirar el cuerpecillo de Susana al girarse y dejar la fusta sobre la mesa, sólo hizo que aumentase su erección.

     

    Vio como Susana se volvía hacia él, lo miraba unos instantes y se ponía frente a él con los brazos cruzados sobre su pequeño pecho.

     

    - Has superado la prueba, esclavo. - Dijo la mujer con cierto desprecio. - Parece que mereces la oportunidad de intentar demostrar que eres digno de mi atención.

    - Sí... - Joss intentó decir algo, pero Susana le cortó con un bofetón. Su mano fue tan rápida que apenas la vio venir.

    - Jamás hables sin permiso, necio. - Digo Susana severamente. - A partir de este momento, eso - y señaló con un dedo los genitales de Joss - ha dejado de pertenecerte.

     

    Joss asintió lentamente mientras miraba la pequeña mano de Susana, señalando su erecto pene.

     

    - Y dado que no es de tu propiedad - continuó Susana - no tienes derecho a tocarlo, ni a hacer nada con él, sin mi permiso expreso. ¿Has comprendido, esclavo?

    - Sí. - Susana le miró un par de segundos y le abofeteó de nuevo.

    - Eres mi esclavo, estúpido. Por lo tanto te dirigirás a mí como Mi Señora. ¿Has entendido?

    - Sí, Mi Señora.

    - Bien. Estas dos faltas que has cometido te serán perdonadas debido a tu falta de experiencia. Pero a partir de ahora mismo, cualquier falta comportará un castigo. - La mujer hizo una pausa y miró a Joss.

    - Sí, Mi Señora.

    - Espero que lo hayas comprendido bien. Odio la estupidez. - Se volvió y caminó hacia un pasillo que salía del salón. - Sígueme, veremos si realmente sirves para algo o sólo eres otro macho estúpido.

    - Sí, Mi Señora.

     

    Joss la siguió lentamente por el pasillo. Detrás de ella, con la cabeza baja, podía ver los pequeños zapatos de Susana y sus delgados tobillos. Esa simple visión le excitó e hizo que su pene se mantuviese duro y firme. La mujer se detuvo frente a una puerta, la abrió y encendió la luz. Con un gesto indico a Joss que entrase.

     

     

    Al entrar Joss vio que era un baño. Susana se colocó detrás de Joss y le desató las manos.

     

    - Ése es el cubo de mi ropa interior sucia, esclavo. - Susana señaló un pequeño balde con tapadera. - Me gusta que mi ropa interior sea lavada a mano. Ese será uno de tus cometidos a partir de ahora. - Susana se volvió y se marchó.

     

    Joss quedó solo en el baño, lentamente abrió el balde y observó su contenido. Vio una multitud de braguitas y sujetadores, un ligero olor salado a sudor llegó hasta su nariz. El íntimo olor de Susana, pensó. Una oleada de excitación recorrió sus genitales, su ya erecto pene dio un respingo.

     

    Nunca había mantenido una erección durante tanto tiempo sin necesidad de tocarse. La idea de tener a Susana cerca, su propia desnudez y el saberse bajo el control absoluto de la mujer lo mantenían en permanente excitación.

     

    Cogió una de las braguitas de Susana. Era pequeña y Joss recordó las delgadas caderas de la mujer y su pequeño trasero. Pensó en si ella debería comprar la ropa interior entre las tallas mayores de la sección infantil. Jamás había tenido tanta necesidad como ahora de masturbarse. Su pene estaba tan erecto que le dolía.

     

    Pensar en el placer que podría sentir si se masturbase ahora, en su estado de excitación actual, y con una braguita de Susana en la mano, casi le hizo olvidar que sus genitales no le pertenecían.

     

    ¿Porqué seguía allí? Susana le había tratado como a un pedazo de carne estúpida, no le permitía masturbarse y sabía que la previsión de tener sexo no podía ser más lejana. Tenía amigas con las que podría tener una buena sesión de sexo sin demasiada dificultad y sin ningún compromiso. ¿Porqué, pues, se prestaba a aquello?

     

    El tacto de las braguitas de Susana le trajo de dio la respuesta. Pese a que una parte de su cerebro se preguntaba todo aquello, otra gran parte, ayudada por su propio cuerpo no tenía dudas. Deseaba estar junto a Susana, no importaba lo que le costase.

     

    Miraba la braguita ensimismado, con un dedo tocó suavemente la parte frontal de la braguita, por su cara interna. Su pene ardía mientras pensaba que aquel pedazo de tela había acariciado el sexo de Susana.

     

    Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando un fuerte azote le alcanzó las nalgas. Joss gimió y se volvió para ver a Susana mirarle furiosa.

     

    - ¿Que coño haces, maldito pervertido? - Susana lanzó otro azote con su vara de cuero y alcanzó el lateral del duro pene de Joss. El hombre gimió y se inclinó hacia adelante. - No quiero que ningún depravado juguetee con mi ropa interior. Ahora, haz lo que te he ordenado.

     

    ***

     

    Susana miraba como el chico lavaba su ropa interior delicadamente. Le gustaba el cuerpo que tenía Joss. Pese a no ser un cuerpo escultural, Susana sabía que iba al gimnasio cada día y aquello se notaba. Debía reconocer que, de momento, lo estaba haciendo bien. Nunca había tenido ningún esclavo cuyo pene se mantuviese en erección constante tanto tiempo. Susana recordó que, desde que había llegado a su casa, había estado erecto siempre y sin necesidad de tocarse.

     

    Siempre que conocía a un nuevo esclavo una pequeña parte de ella, la inocente e ilusa Susana que habitaba en su interior, imaginaba que aquel era el esclavo que había esperado tanto tiempo. Pero esa vocecilla era acallada rápidamente por la Susana severa y realista. Los esclavos eran animales estúpidos que debían ser domesticados. Ninguno había resultado el que ella esperaba. De hecho, dudaba siquiera que estuviese esperando a alguno en especial.

     

    ***

     

    Cuando Joss hubo terminado, Susana le indicó que tendiese la ropa en la terraza. Cogió la ropa y se dirigió hacia allí. Pero entonces se detuvo un segundo, la terraza era grande y abierta, vio otros edificios alrededor. Pensó por un momento que iba desnudo y con un collar. Cualquiera podría verle. Entonces se volvió y observó a Susana, que estaba plantada en medio del salón, mirándole.

     

    La visón de la mujer disipó sus dudas. Se volvió sin vacilar y salió fuera. Cualquier cosa. Por ella.

     
      Posted on : Oct 14, 2012 | Comments (0)
     
    El Lado Oscuro de Susana - Parte 02

    Joss presionó el timbre del elegante bloque de apartamentos. Todavía no acababa de creer lo que había pasado con Susana. Los días siguientes en el trabajo ella le había ignorado por completo, ni siquiera había visto las habituales miraditas que ella se hechaba sólo para hacerle saber que conocía sus pensamientos.

     

    Dudaba de todo. ¿Acaso sería un sueño o uan fantasía? Pero el papel con la dirección estaba allí, muy real. Estubo dudando hasta el mismo momento de pulsar el timbre. Y una vez hecho, estubo seguro que contestaría una ancianita, alguien que no conociese de nada, o simplemente no contestase nadie.

     

    - Sube - La voz sonaba firme y seria, indudablemente la de Susana, aunque en un tono totalmente diferente al normal y que Joss no le había oído nunca. Joss entró y subió al apartamento.

     

    La puerta estaba abierta, así que entró lentamente. Un corto pasillo, elegantemente decorado, daba al salón. Al entrar Joss vió a Susana. Estaba vestida como muchas veces la había visto en el trabajo; zapatos sin demasiado tacón, falda larga, por debajo de las rodillas y un jersey ajustado. Su carita de rata estaba enmarcada por su pelo, largo hasta el cuello, y dominada por sus gafas de pasta. Joss pensó que, como era habitual en ella, tenía la pinta de alguien que se dispone a salir hacia la iglesia. Pese a ello, Joss la encontró terriblemente sensual.

     

    Iba a decirle algo, pero vió que tenía una expresión extraña en la cara. Súmamente seria, lo miró y cruzó los brazos sobre sus pequeños pechos.

     

    - ¿Sucede algo, Susana? - Preguntó Joss, repentinamente inquieto. Dió unos pasos hacia ella, pero la mujer levantó un dedo en un gesto que indicaba que se estuviese quieto.

    - Deja de hacer el tonto. Quiero ver lo que tienes para mí. - Susana hablaba muy seria, con voz firme. Joss la miraba extrañado, jamás habría pensado que aquella pequeña mujer pudiese mostrarse tan severa.

    - Pero qué...? - Joss intentó hablar, pero Susana le cortó.

    - Que te desnudes, estúpido. - Susana levantó la voz con tono autoritario. Susana podía ser seca e, incluso desagradable, pero Joss jamás la habría imaginado levantando la voz en ese tono.

     

    En ese momento, Joss imaginó alguna especie de jueguecito sexual, así que sonrió mínimamente y obedeció. Lentamente, comenzó a desnudarse. Mientras lo hacía, observaba el cuerpo de Susana, puritanamente cubierto por sus ropas y comenzó a excitarse levemente. Era curioso, dado que la unica parte de su cuerpo que se veía eran sus tobillos y la parte inferior de sus gemelos.

     

    Una vez desnudo se quedó quieto mirando a la mujer. Estaba ligeramente excitado y su pene había crecido un poco, pero aún distaba mucho de estar erecto. Entonces Susana, todavía con los brazos cruzados sobre el pecho, se acercó lentamente, observándole.

     

    Se plantó delante de él y adelantó su mano derecha. Con el dedo índice tocó apenas el pene de Joss. Lo hizo lentamente, mirándole con seriedad, casí con curiosidad científica. Joss no veía en su rostro la mínima chispa de excitación. Empujándo su pene hacia un lado con la punta de su dedo índice, Susana observó sus testículos.

     

    Joss recordó una vez en que había ido al urólogo. El médico había mirado sus genitales de la misma manera desapasionada, rutinaria. Susana tocaba su pene con la punta de su dedo, usando la uña, como intentando que su piel no contactase con la del miembro de Joss.

     

    Pese a todo, aquella extraña situación y el mínimo contacto del dedo de Susana, hizo que el pene de Joss se pusiese furiosamente erecto. El gesto de la mujer no canvió un ápice y simplemente apartó el pene erecto para poder seguir contemplando los testículos.

     

    En ese momento, Joss alargó la mano con intención de acariciar la mejilla de Susana pero, cuando apenas había rozado sus cabellos, la mujer apartó la cabeza, le miró furiosa y lanzó una fuerte bofetada contra el escroto de Joss.

     

    ***

     

    El sonido de su mano golpeando los testículos redondos y firmes de Joss hizo que sintiese un hormigueo en el vientre. El chico dió unos pasos hacia atrás y se inclinó ligeramente hacia adelante al tiempo que gemía.

     

    Susana adoraba este momento cuando, confuso y dolorido, el hombre comenzaba a entender su lugar en el orden de las cosas. El potro aún no estaba domado, como a ella le gustaba decir, pero aprendería poco a poco.

     

     

    Joss la miró con gesto enfadado, al tiempo que se sujetaba la entrepierna con las manos.

     

    - ¿Pero que coño haces? ¿Estás loca? - Joss le levantó la voz enfurecido. Entonces Susana le abofeteó la cara.

    - No oses levantarme la voz, nécio. - La voz de Susana era fuerte y dominante, impropia de un cuerpecillo tan pequeño y delicado. Joss tuvo que callar y mirarla, súbitamente menos enfadado.

    - ¿Creías que sería tan fácil - continuó la mujer caminando lentamente alrededor del chico - como venir a mi casa y tener sexo con la mamá insatisfecha? - Pronunció las últimas palabras con sorna

    - Yo... - Joss, sorprendido y asombrado por los matices insospechados, tanto de la voz como de la personalidad de Susana, comenzó a decir algo que ni siquiera él sabía qué, pero otra bofetada en la cara le cortó.

    - No vas a tener sexo, estúpido. - Susana dijo la frase de forma firme y lapidaria. Joss la miró confuso. - Lo único que vas a hacer es demostrar que, quizá, remotamente, mereces mínimamente mis atenciones.

     

    El chico parecía conmocionado. Susana sabía que había comprendido al fin. Y sabía que caería a sus pies, siempre lo sabía. Se conocía a sí misma perfectamente, sabía el efecto que su cuerpo tenía en los hombres. Reconocía la indiferencia inicial y reconocía el efecto del tiempo y del trato.

     

    Y Joss había caído como un insecto dentro de una planta carnívora. Primero la ignoró de la manera insensata en que ignoran los hombres a aquellas mujeres que no les llaman la atención sexualmente. Pero, poco a poco, se había ido acercando el insecto a la trampa. Una primera curiosidad, seguida de interés, descubrimiento de sus formas secras y, finalmente, la obsesión.

     

    Joss la deseaba, no de la forma primaria en que un hombre desea a una mujer hermosa, sino de la forma absorvente e irresistible del que ha macerado la atracción, poco a poco y sin darse cuenta. No, Susana sabía que Joss jamás se libraría de su influencia.

     

    ***

     

    Joss la miró boquiabierto, no podía creer que aquella pequeña ratilla estuviese diciendo aquello. Había comprendido por fin. Aquella mujer pretendía convertirlo en su esclavo. Esos sumisos siempre le habían parecido unos maricas afeminados, degenerados fruto de un destete prematuro o de algo parecido.

     

    La idea le parecía absurda y decidió que ahora mismo recogería sus cosas y se largaría de aquel manicomio. Oh, sí, el lunes en la oficina se iban a reir bastante cuando les contara la faceta depravada de aquella monja demente.

     

    Iba a hacer todo eso, pero no hizo nada. El pene de Joss seguía furiosamente erecto, sus ojos no se apartaban de Susana y su cuerpo no se movió un centímetro.

     

    Entonces Susana abrió un pequeño armario y sacó un collar y unas esposas. Con un objeto en cada mano, las alargó hacia Joss.

     

    - Vamos, estúpido macho. Sabes que vas a pasar aquí bastante tiempo a partir de ahora.

     

    Joss, como en un sueño, alargó la mano y cogió el collar. Lentamente se lo colocó alrededor del cuello. Vió que una elaborada placa tenía su nombre. Por un momento se preguntó como era posible que aquella demente mujercilla hubiese estado tan segura de su reacción como para comprar aquella placa.

     

    Conforme se colocaba el collar, su parte consciente iba sabiendo lo que ya habían descubierto y asumido tanto su cuerpo como su inconsciente. Una vez el collar estubo puesto, cogió las esposas y se ató las manos a la espalda.

     

     

    Miró a Susana, la cual seguía firmemente plantada, mirándole con los brazos cruzados y totalmente seria. Ya lo había comprendido, amaba a aquella mujer, quería demostrarle que merecía sus atenciones, y no importaba cuanto tardase, no importaba convertirse en un esclavo. Pertenecía a Susana.

     

    ***

     

    Susana, por supuesto, estaba complacida. No con aquel estúpido, si no consigo misma. Sabía que esto iba a suceder desde el principio. Aquel hombre era suyo para hacer con él lo que quisiera. Y lo haría, haría que Joss demostrase sobradamente que merecía acostarse con ella.

     

    Del mismo armario que había sacado el collar y las esposas, sacó una vara de cuero, con una pequeña paleta circular en el extremo. Caminó lentamente hasta colocarse frente a Joss.

     

    Éste, sin inmutarse, separó ligeramente las piernas y miró las pequeñas manitas de Susana empuñando la vara.

     

    Cuando la pequeña paleta circular impactó sobre los testículos de Joss, se oyó un tremendo "splash" y éste gimió y se inclinó ligeramente hacia adelante con los genitales ardiendo.

     

    Al ver como resistía el dolor y volvía a colocarse en posición firme, los labios de Susana se curvaron, por primera vez desde que Joss había legado, en una sonrisa. Una sonrisa muy tenue.

     
      Posted on : Oct 5, 2012 | Comments (0)
     
    El Lado Oscuro de Susana - Parte 01

    Susana nunca se había considerado una mujer especialmente hermosa. Tenía treinta y muchos años, tres hijos y era bajita, delgaducha y con gafas. Eso, unido a un peinado poco moderno la hacía parecer una mujer algo mayor de lo que realmente era.

     

    No obstante, no desconocía sus propios atractivos. Pese a que jamás la habían considerado la más hermosa, ni en el instituto, ni en la universidad, ni en el trabajo, tenía ese algo que hacía que los hombres, tras una primera y rápida ojeada la descartasen. Pero que, tras cierto tiempo de contacto con ella, sintiesen una actracción, quizá sólo morbosa, pero realmente atrayente hacia ella.

     

     

    Aún y sabiendo que tenía este "efecto retarado" en algunos hombres, no dejó de sorprenderla que el chico nuevo la mirase constantemente.

     

    Susana trabajaba como jefa de un nuevo proyecto en una empresa de transportes. Tenía varias personas a su cargo y sabía que no caía bien en general. No estaba segura de porqué, quizá por ese agrio caracter cuyo que de tanto en tanto le salía, pero desde que comenzó a trabajar en este lugar, su relación con los demás se había ido deteriorando. Le trataban bien, le sonreían cuando hablaba con ellos, pero sabía que realmente a casi nadie le caía bien.

     

    No es que le importase en realidad, pero esto hizo que la actitud del chico nuevo la sorprendiese aún más.

     

    ***

     

    Joss llegó a aquella oficina junto a otros compañeros. Trabajaba para una empresa de servicios que había sido subcontratada por la gente de Susana. Eso convertía a aquella mujer en su jefa.

     

    Como solía pasar con Susana, cuando Joss la vió por primera vez apenas la tuvo en cuenta en el aspecto sexual. Era una mujer bajita y delgada con cara de ratilla rematada con unas gafas poco atractivas. Además, tanto su peinado como la forma de vestir podían considerarse casi puritanas.

     

    Pese a que no parecía hacerlo a propósito, tampoco parecía demasiado amable. La idea general entre los compañeros es que no sabía tratar a la gente y, en consecuencia, no caía demasiado bien.

     

    A Joss le asignaron la mesa adyacente a la de Susana. Entonces el tiempo y la cercanía hizo que ese "algo" que poseía Susana comenzase a afectarle.

     

    El cuerpecillo pequeño y delgado de Susana comenzó a parecerle el de una duendecilla. A veces, cuando se inclinaba o algún gesto hacía que el pantalón se ajustase a sus nalgas, Joss comprobaba que tenía un bonito trasero. Su cara de ratilla comenzó a parecerle adorable y sus pequeños pechos, deliciosos.

     

    ***

     

    Susana notaba como Joss la miraba cuando pensaba que no le vería, notaba su comportamiento cuando hablaban. A él le gustaba que Susana le hablase y le mandase tareas. Era algo que ella podía sentir, así como sentía todo lo contrario de casi todos los demás.

     

    Joss era un chico atractivo, más de 10 años menor que ella, y eso es lo que a ella le sorprendía. Pese a que no la sorprendía que algún hombre se sintiese atraido por ella, sí lo hacía que fuese uno joven y atractivo.

     

    Durante un tiempo disfrutó de sus miradas, se sentía bien sintiendo sus ojos sobre su cuerpo, le divertía ver como Joss la miraba de reojo cuando ella pasaba por delante o cuando se inclinaba sobre la mesa.

     

    El chico parecía majo y algo tímino, Susana se preguntaba qué haría si supiese que ella se había dado cuenta de sus atenciones. Y si supiese lo que se escondía tras su aspecto puritano y recatado.

     

    ***

     

    Joss estaba obsesionado con Susana, no podía dejar de mirarla y, cuando se masturbaba, siempre acababa descubríendose pensando en ella. Poco a poco comenzó a sospechar que ella sabía que la miraba. Varias veces creyó verla mirarle de reojo con una media sonrisilla, cuando él la estaba mirando.

     

    El era realista y sabía que aquella mujer nunca podría estar con él. Madre de 3 hijos y casada. Además, con el aspecto puritano que tenía, Joss estaba seguro que haría el amor una vez al mes y gracias.

     

    En sus fantasías ella descubría sus miradas y se lanzaba sobre él. Pero bien sabía que aquellas cosas solo pasaban en su mente agitada por la masturbación o en las películas porno.

     

    Aunque quizá, y por una vez, la fantasía podría no solo hacerse realidad, sino ir más allá de lo que cualquier pajillero pudiese imaginar.

     

    ***

     

    Susana sabía que Joss se sabía descubierto.Durante un tiempo había estado "cazándole" cada vez que él la miraba. Sus miradas se cruzaban cuando ella se agachaba para coger algo en un cajón y él le miraba el trasero. Joss volvía la vista rápidamente avergonzado. O cuando ella pasaba por delante de él y el la miraba alejarse, entonces Susana se volvia y le pillaba mirándola.

     

    Todo el mundo la consideraba una puritana estúpida y ella no hacía nada por eliminar esta consideración. Ya le estaba bien esta situación, siempre lo había estado. Nadie nunca sospecharía de ella, nadie nunca lo había hecho.

     

    ***

     

    Un día Susana se dirigió a Joss y le pidió ayuda con unas tareas. Joss no se negó, por supuesto, aunque sabía que aquel marrón no le dejaría salir a la hora. Por la tarde, todos se fueron y Susana y él se quedaron trabajando. Joss no había pasado por alto la semejanza de aquella situación con alguna de sus fantasías. Mucho más tarde, recordaría este momento con una frase en su cabeza "Ésto no suele pasarme a mí!".

     

     

    Joss trabajaba en un informe cuando Susana se acercó y se sentó sobre su mesa. Suavemente acarició su cara. Joss se sobresaltó y la miro sorprendido.

     

    - Apuesto a que jamás habrías podido soñar con que sucediese algo así. - Dijo sin dejar de acariciar su cara.

     

    Joss pensó que, bueno, en justícia sí había soñado con algo así, pero decidió que entendía lo que Susana pretendía decir y solo pudo asentir. Entonces vió como Susana sacaba una tarjeta con una dirección en ella y la dejaba sobre su mesa.

     

    - Ven el viernes por la tarde, después del trabajo. - Entonces besó suavemente sus labios. Joss sintió la pequeña boca de rata de Susana y, cuando se disponía a sacar su lengua, Susana se retiró y se puso repentinamente serie. - Pero te aseguro que nunca podrías imaginar lo que te espera si vienes. Soy una mujer infinitamente más compleja de lo que este aspecto de puritana reprimida da a entender.

     

    Y, diciendo ésto, Susana recogió sus cosas y se fué. Joss quedó un rato sumido en la más absoluta sorpresa y preguntándose si se habría quedado dormido y habría soñado todo ésto. Pero el papel con la dirección allí estaba, testigo mudo de que no había sido un sueño.

     

    Joss lo cogió, se lo guardo y se fué a casa.

     
      Posted on : Oct 5, 2012 | Comments (0)
     
    The Private Teacher - Part 1

    My mother and i lived alone and i must say that i was a real son of a bitch. I did not study, i did come with a bad gang of fellas.

    My poor mother loves me, but during that period i insulted her and humilliated her. I even steal some of her money. Im sure that suring this period she passed a really bad times by my fault.
     
    My Mother 
     
    Trying to help me, my mother finally hire the services of Lady Claudia, a very special private teacher. At the beggining her methods was a bit stunner, for me and for my mom. But now i think that she did a great job.

    Now my mom and i are really close and i have my live in the correct direction.

    Let me tell you the story of Lady Claudia, my mom and me.

    ***

    When i wake up i feel my arms and my legs spread and tied to the bed. When i look arround i see my mom and a mature woman. I get angry and loud.
     
    Lady Claudia 

    - What's this? Who is this bitch?

    My mom looks at me with scared face and try to explain.

    - Honey, she is Lady Claudia a private teacher who...

    But Lady Claudia makes a gesture and my mother stop talking. At this moment i notice that im totally naked.

    - Im Lady Claudia. Im your Mistress. This is all you need to know. - Her voice is firm and cold and, for a second, a shiver goes down my spine.

    Slowly, Lady Claudia moves her gloved hand toward my cock and finally she grabs my testicles.

    - Wha...! What are you doing bitch!? - I loud but then my words turn into a scream of pain when the woman squeeze hard my testicles.

    With my balls burning in pain under the grab of the woman i look at my mother, who looks at me with worried face.

    - The stupid studs like you, needs to be tamed mercyless - the voice of Lady Claudia sounds cold again. - Youre treating your mother like shit, but i will teach you to obber her and to be her good little son.

    I feel angry and a bit embarassed, because im naked in front of my mother and with my balls in the fist of that woman.

    But i dont know why, i feel how my cock grows and turns really hard.

    Then Lady Claudia takes an elastic band from a big basket and i look scared how she tie my testicles with the band.

    - What are you doing!!? Untie me NOW! - I try to sound firm, but im really scared.

    I moan in pain when the tight elastic band ties my testicles and they turn into a ball of meat. I look at Lady Claudia and i spread wide my eyes when i see how the woman takes a long wooden cane.

    - What are you gonna do!!? - I loud, but the woman ignores me.

    She look at my mother and nod her head. Then, my mother moves a step toward me.

    - Mom! Stop this, please!!

    My mother stops and looks at Lady Claudia doubtful, but the woman nods again.

    Then i look horrified how my mother hold out her arms and, slowly, grabs my hard cock with her hand. Slowly, she start to move her hand up and down, masturbating me.

    - NO!! Please! Stop! - I loud. But i feel how my cock turns harder. I feel the soft and warm hand of my mother, rubbing along my cock.

    "She's masturbating me... this cant be... my mother is masturbating me..." these thouths comes across my head while i feel the masturbation.
     
      
     
    Suddenly, Lady Claudia raises the wooden cane and hits brutally my exposed and tied testicles. I scream and arch my body. The pain is like a electric shock and i feel my balls about to explode.

    My mother stops startled and looks at Lady Claudia doubtful.

    - Dont stop - Say the woman, and hits me again.

    I scream again and my body arches. A lot of precum flows from my cock and goes down until the hand of my mother, who is masturbating again.

    - Since now - start to talk Lady Claudia, while caress my sored testicles with the cane - your cock and testicles belongs to me.

    I close my eyes, i feel my testicles burning in pain, in contrast with the pleasure that i feel in my cock. The hand of my mother masturbate me constantly and i feel about to cum.

    - This means - continues Lady Claudia - that you cannot cum or pee without my permission.

    I open my eyes startled and look at Lady Claudia. Then i look at my mother. I look at her eyes and i see that she is worried. But she dont stop.

    - I cant... - I try to say - Stop, please! i cant resist!

    - If you cum - continue Lady Claudia - I will cane 100 times your testicles.

    I open my eyes startled and look at the woman. I cant resist much more, but the idea of the 100 hits is totally crazy. My mother is really worried and i feel how she start to masturbate me slowly.

    I look the little hand of my mother, wrapping my cock and covered of precum. Ive already noticed that my mother is hot, but being masturbated by her is totally demented.

    Suddenly, Lady Claudia hits with the cane the buttocks of my mother. She shout and her body bounces surprised. She maintains the hand arround my cock, so when she bounces her hand squeeze and shake hard my cock.

    For some seconds im sure that im gonna cum,  my cock shakes and my glans spits a lot of precum  that hits over the face of my mom.
     
      
     
    In a crazy moment, i look the pretty face of my mother stained with my precum and i feel an inmense wave of pure lust. My cock shakes again and another spit of precum jumps.

    - Remember, Brandy - Says Lady Claudia - You must obbey me without any doubt. Its the only way to help Joss.

    My mother looks at Claudia with worried look, but she dont take off her hand from my cock.

    - Yes... Sorry - Whisper my mom and continue masturbating me.

    My mother masturbate me for some minutes, until im about to cum. Im at my limit, i feel about to explode, but the threat of the 100 canes makes me to resist with all my strenght.

    - Its enough - says Lady Claudia suddenly. 

    My mother takes off her hand of my cock. I moan and my cock shakes, spitting precum all arround and throbbing.

    I close my eyes, feeling the pain in my testicles and an incredible need of cum. The hands of my mom did the best msaturbation in my life.

    - Well done - says Lady Claudia - You did very well to be your first time. But this is only the beggining.

     
      Posted on : Aug 6, 2012 | Comments (0)
     
    Fantasías de Dominación Femenina 01

    Arrodillado, con las manos atadas a la espalda, Joss esperaba pacientemente en la habitación completamente a oscuras. Lady Susana, su Ama y Señora, había salido hacía horas y lo había dejado allí, esperando su vuelta ansioso.

     Sus testículos estaban fuertemente atados por una fina tira de cuero y hacía horas que le dolían intensamente. Alrededor de su glande, así como alrededor de la base de su pene, dos aros vibradores se encendían y se apagaban rítmicamente, forzándole a mantener una furiosa erección de forma constante.

    Finalmente oyó el sonido de la puerta al abrirse, los lentos pero firmes pasos de su Ama. El repiqueteo de los tacones haciendose cada vez más intenso con forme ella se acerca a la habitación. 

    El hombre siente como su pene se pone aún más erecto. La mera presencia de su Dueña hace que su cuerpo reaccione. Cuando la puerta se abre y Susana enciende la luz, Joss la mira ansioso, esperando un saludo, un gesto o una sonrisa. Pero la mujer le ignora, entra en la habitación como si estuviese vacía y comienza a cambiarse de ropa.

      

    Joss se siente herido pero, por otra parte, entiende que es sólo una mascota, un objeto cuya misión es satisfacer los deseos de su Ama, no puede esperar ninguna atención por su parte.

    Cuando Susana se quita la ropa, Joss observa cu cuerpo, su delgada figura, sus piernas firmes y bien torneadas, sus nalgas cubiertas por un pequeño coulotte son redondas y firmes aunque pequeñas. Sus pechos son de tamaño medio y pefectamente redondos, aunque debido a su delgada figura dan la impresión de ser mucho más grandes.

    Vestida solo con el coulotte, un sujetador de encaje y los zapatos de tacón alto, Susana abre un armario y saca una larga vara de madera. De aproximadamente un metro de largo y un centímetro de ancho Joss conoce muy bien esa vara. Sus testículos conocen muy bien esa vara.

    Caminando lentamente Susana se coloca delante de su mascota. Sin decir nada comienza a acariciar los abultados testículos del hombre. Debido a la presión de la cinta están doloridos y algo hinchados. La mera caricia de la madera es doloroso.

    "Tus testículos me ayudan a liberarme del stress del trabajo" Susana susurra las palabras, en realidad no se está dirigiendo a su esclavo ni a nadie en particular.

    Entonces levanta su mano, sujetando con fuerza la vara, y golpea directamente sobre los testículos de Joss. El hombre gime y su cuerpo da un ligero respingo, pero se mantiene firme. El dolor es extremo, sale de sus testículos y sube hacia su abdomen.

    Uno tras otro los golpes llegan rítmicamente sobre sus testículos. El hombre intenta olvidar el dolor admirando la grácil figura de su Ama. Cuando levanta el brazo antes de golpear y su espalda se arquea ligeramente. Pese al dolor y los golpes, Joss solo puede sentir amor por esa mujer, por su Ama, por su Diosa.

    Cuando Joss se siente a punto del desmayo por el puro dolor, Susana se detiene y arroja la vara sobre la cama. Entonces, lentamente, comienza a quitarse las braguitas. Joss observa su pequeño sexo, totalmente depilado excepto por un pequeño triangulo de suave bello en la parte superior.

    Susana se coloca frente a su exclavo y se pone en cuclillas. Con una mano sujeta el duro pene de Joss, lo coloca en posición y con un movimiento de sus caderas lo desliza en el interior de su estrecho sexo.

      

    La estechez de su sexo lleva a Joss al borde del orgasmo. Además, los aros vibratorios continuan vibrando furiosamente lo que intensifica la experiencia. Pero el esclavo de Lady Susana sabe cual es su deber y sabe que el orgasmo le está totalmente prohibido.

    Joss renunció al orgasmo para convertirse en el esclavo de Susana, es la tarifa que debe pagar por someterse a ella. Sabe que no volverá a eyacular jamás, pero eso no impide que Joss deba satisfacer a su Ama. Susana adora el sexo, así que Joss debe proporcionárselo siempre que ella quiera, pero manteniendo su promesa de no eyacular.

    Ignorando totalmente el suplicio que supone para su esclavo el resistir el orgasmo, Susana sigue cabalgando sobre él intensamente. Durante largos minutos Lady Susana cabalga sobre el pene de Joss como una amazona, el hombre disfruta de su largo cabello alborotado y de sus pechos, cubiertos por el sujetador, pero rebotando frenéticamente.

    Cuando el hombre se siente al borde del orgasmo, Susana se detiene, se pone en pie orgullosa, se aregla el cabello y sale de la habitación sin decir nada, apagando la luz tras ella. Poco después Joss oye el sonido del agua correr en la ducha.

    Pero él, la mascota, el siervo de Lady Susana, se queda en la habitación a oscuras, esperando que su Ama vuelva de nuevo a por él. 

     
      Posted on : Mar 31, 2012 | Comments (0)
     



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