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    El Lado Oscuro de Susana - Parte 02

    Joss presionó el timbre del elegante bloque de apartamentos. Todavía no acababa de creer lo que había pasado con Susana. Los días siguientes en el trabajo ella le había ignorado por completo, ni siquiera había visto las habituales miraditas que ella se hechaba sólo para hacerle saber que conocía sus pensamientos.

     

    Dudaba de todo. ¿Acaso sería un sueño o uan fantasía? Pero el papel con la dirección estaba allí, muy real. Estubo dudando hasta el mismo momento de pulsar el timbre. Y una vez hecho, estubo seguro que contestaría una ancianita, alguien que no conociese de nada, o simplemente no contestase nadie.

     

    - Sube - La voz sonaba firme y seria, indudablemente la de Susana, aunque en un tono totalmente diferente al normal y que Joss no le había oído nunca. Joss entró y subió al apartamento.

     

    La puerta estaba abierta, así que entró lentamente. Un corto pasillo, elegantemente decorado, daba al salón. Al entrar Joss vió a Susana. Estaba vestida como muchas veces la había visto en el trabajo; zapatos sin demasiado tacón, falda larga, por debajo de las rodillas y un jersey ajustado. Su carita de rata estaba enmarcada por su pelo, largo hasta el cuello, y dominada por sus gafas de pasta. Joss pensó que, como era habitual en ella, tenía la pinta de alguien que se dispone a salir hacia la iglesia. Pese a ello, Joss la encontró terriblemente sensual.

     

    Iba a decirle algo, pero vió que tenía una expresión extraña en la cara. Súmamente seria, lo miró y cruzó los brazos sobre sus pequeños pechos.

     

    - ¿Sucede algo, Susana? - Preguntó Joss, repentinamente inquieto. Dió unos pasos hacia ella, pero la mujer levantó un dedo en un gesto que indicaba que se estuviese quieto.

    - Deja de hacer el tonto. Quiero ver lo que tienes para mí. - Susana hablaba muy seria, con voz firme. Joss la miraba extrañado, jamás habría pensado que aquella pequeña mujer pudiese mostrarse tan severa.

    - Pero qué...? - Joss intentó hablar, pero Susana le cortó.

    - Que te desnudes, estúpido. - Susana levantó la voz con tono autoritario. Susana podía ser seca e, incluso desagradable, pero Joss jamás la habría imaginado levantando la voz en ese tono.

     

    En ese momento, Joss imaginó alguna especie de jueguecito sexual, así que sonrió mínimamente y obedeció. Lentamente, comenzó a desnudarse. Mientras lo hacía, observaba el cuerpo de Susana, puritanamente cubierto por sus ropas y comenzó a excitarse levemente. Era curioso, dado que la unica parte de su cuerpo que se veía eran sus tobillos y la parte inferior de sus gemelos.

     

    Una vez desnudo se quedó quieto mirando a la mujer. Estaba ligeramente excitado y su pene había crecido un poco, pero aún distaba mucho de estar erecto. Entonces Susana, todavía con los brazos cruzados sobre el pecho, se acercó lentamente, observándole.

     

    Se plantó delante de él y adelantó su mano derecha. Con el dedo índice tocó apenas el pene de Joss. Lo hizo lentamente, mirándole con seriedad, casí con curiosidad científica. Joss no veía en su rostro la mínima chispa de excitación. Empujándo su pene hacia un lado con la punta de su dedo índice, Susana observó sus testículos.

     

    Joss recordó una vez en que había ido al urólogo. El médico había mirado sus genitales de la misma manera desapasionada, rutinaria. Susana tocaba su pene con la punta de su dedo, usando la uña, como intentando que su piel no contactase con la del miembro de Joss.

     

    Pese a todo, aquella extraña situación y el mínimo contacto del dedo de Susana, hizo que el pene de Joss se pusiese furiosamente erecto. El gesto de la mujer no canvió un ápice y simplemente apartó el pene erecto para poder seguir contemplando los testículos.

     

    En ese momento, Joss alargó la mano con intención de acariciar la mejilla de Susana pero, cuando apenas había rozado sus cabellos, la mujer apartó la cabeza, le miró furiosa y lanzó una fuerte bofetada contra el escroto de Joss.

     

    ***

     

    El sonido de su mano golpeando los testículos redondos y firmes de Joss hizo que sintiese un hormigueo en el vientre. El chico dió unos pasos hacia atrás y se inclinó ligeramente hacia adelante al tiempo que gemía.

     

    Susana adoraba este momento cuando, confuso y dolorido, el hombre comenzaba a entender su lugar en el orden de las cosas. El potro aún no estaba domado, como a ella le gustaba decir, pero aprendería poco a poco.

     

     

    Joss la miró con gesto enfadado, al tiempo que se sujetaba la entrepierna con las manos.

     

    - ¿Pero que coño haces? ¿Estás loca? - Joss le levantó la voz enfurecido. Entonces Susana le abofeteó la cara.

    - No oses levantarme la voz, nécio. - La voz de Susana era fuerte y dominante, impropia de un cuerpecillo tan pequeño y delicado. Joss tuvo que callar y mirarla, súbitamente menos enfadado.

    - ¿Creías que sería tan fácil - continuó la mujer caminando lentamente alrededor del chico - como venir a mi casa y tener sexo con la mamá insatisfecha? - Pronunció las últimas palabras con sorna

    - Yo... - Joss, sorprendido y asombrado por los matices insospechados, tanto de la voz como de la personalidad de Susana, comenzó a decir algo que ni siquiera él sabía qué, pero otra bofetada en la cara le cortó.

    - No vas a tener sexo, estúpido. - Susana dijo la frase de forma firme y lapidaria. Joss la miró confuso. - Lo único que vas a hacer es demostrar que, quizá, remotamente, mereces mínimamente mis atenciones.

     

    El chico parecía conmocionado. Susana sabía que había comprendido al fin. Y sabía que caería a sus pies, siempre lo sabía. Se conocía a sí misma perfectamente, sabía el efecto que su cuerpo tenía en los hombres. Reconocía la indiferencia inicial y reconocía el efecto del tiempo y del trato.

     

    Y Joss había caído como un insecto dentro de una planta carnívora. Primero la ignoró de la manera insensata en que ignoran los hombres a aquellas mujeres que no les llaman la atención sexualmente. Pero, poco a poco, se había ido acercando el insecto a la trampa. Una primera curiosidad, seguida de interés, descubrimiento de sus formas secras y, finalmente, la obsesión.

     

    Joss la deseaba, no de la forma primaria en que un hombre desea a una mujer hermosa, sino de la forma absorvente e irresistible del que ha macerado la atracción, poco a poco y sin darse cuenta. No, Susana sabía que Joss jamás se libraría de su influencia.

     

    ***

     

    Joss la miró boquiabierto, no podía creer que aquella pequeña ratilla estuviese diciendo aquello. Había comprendido por fin. Aquella mujer pretendía convertirlo en su esclavo. Esos sumisos siempre le habían parecido unos maricas afeminados, degenerados fruto de un destete prematuro o de algo parecido.

     

    La idea le parecía absurda y decidió que ahora mismo recogería sus cosas y se largaría de aquel manicomio. Oh, sí, el lunes en la oficina se iban a reir bastante cuando les contara la faceta depravada de aquella monja demente.

     

    Iba a hacer todo eso, pero no hizo nada. El pene de Joss seguía furiosamente erecto, sus ojos no se apartaban de Susana y su cuerpo no se movió un centímetro.

     

    Entonces Susana abrió un pequeño armario y sacó un collar y unas esposas. Con un objeto en cada mano, las alargó hacia Joss.

     

    - Vamos, estúpido macho. Sabes que vas a pasar aquí bastante tiempo a partir de ahora.

     

    Joss, como en un sueño, alargó la mano y cogió el collar. Lentamente se lo colocó alrededor del cuello. Vió que una elaborada placa tenía su nombre. Por un momento se preguntó como era posible que aquella demente mujercilla hubiese estado tan segura de su reacción como para comprar aquella placa.

     

    Conforme se colocaba el collar, su parte consciente iba sabiendo lo que ya habían descubierto y asumido tanto su cuerpo como su inconsciente. Una vez el collar estubo puesto, cogió las esposas y se ató las manos a la espalda.

     

     

    Miró a Susana, la cual seguía firmemente plantada, mirándole con los brazos cruzados y totalmente seria. Ya lo había comprendido, amaba a aquella mujer, quería demostrarle que merecía sus atenciones, y no importaba cuanto tardase, no importaba convertirse en un esclavo. Pertenecía a Susana.

     

    ***

     

    Susana, por supuesto, estaba complacida. No con aquel estúpido, si no consigo misma. Sabía que esto iba a suceder desde el principio. Aquel hombre era suyo para hacer con él lo que quisiera. Y lo haría, haría que Joss demostrase sobradamente que merecía acostarse con ella.

     

    Del mismo armario que había sacado el collar y las esposas, sacó una vara de cuero, con una pequeña paleta circular en el extremo. Caminó lentamente hasta colocarse frente a Joss.

     

    Éste, sin inmutarse, separó ligeramente las piernas y miró las pequeñas manitas de Susana empuñando la vara.

     

    Cuando la pequeña paleta circular impactó sobre los testículos de Joss, se oyó un tremendo "splash" y éste gimió y se inclinó ligeramente hacia adelante con los genitales ardiendo.

     

    Al ver como resistía el dolor y volvía a colocarse en posición firme, los labios de Susana se curvaron, por primera vez desde que Joss había legado, en una sonrisa. Una sonrisa muy tenue.

     
      Posted on : Oct 5, 2012
     

     
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