Share this picture
HTML
Forum
IM
Recommend this picture to your friends:
ImageFap usernames, separated by a comma:



Your name or username:
Your e-mail:
  • Enter Code:
  • Sending your request...

    T'nAflix network :
    ImageFap.com
    I Love DATA
    You are not signed in
    Home| Categories| Galleries| Videos| Random | Blogs| Members| Clubs| Forum| Upload | Live Sex




    Sometido en la isla de los Negros 8

    En capítulos anteriores Porongo me mencionó que había conocido a mi amigo Cristian unos años atrás y que se había ido con un conocido de él, dueño de una fábrica llamada "Cummer's factory". Hasta allí fuimos los dos, donde descubrí un secreto inesperado: en esta fábrica extraen el semen de los hombres negros y lo utilizan para incontables tipos de alimentos en todo el mundo. Shockeado por la noticia, fui al baño de la fábrica. Allí, un robusto señor me confundió con uno de los extractores y me dió una vestimenta de enfermerita para mi primer día de trabajo.

    Me cambié de ropa. Mantuve mis bragas blancas que me había puesto antes de venir pero me puse la ajustadito conjunto por arriba que apenas llegaba a cubrir mis partes íntimas. Además de eso, me puse un gorrito sobre la cabeza. No llebaba medias ni guantes.

    El hombre robusto no me dió tiempo de explicarle que venía acompañado de Porongo y me hizo pasar a la habitación central, donde más de 200 sissys blanquitas como yo estaban masturbando a grandes hombres sentados frente a ellos.

    Robusto: ya sabes que hacer. Coje un recipiente y comienza con uno.

    Miré al costado y tomé un recipiente. El hombre robusto se alejó unos pasos. En seguida encontré a un hombre negro y grande sentado y sin nadie delante. Estaba mirando el móvil. Me senté delante de él y empecé a ordeñarlo. El hombre ni siquiera me saludó ni nada, para él esto era rutinario. Sin embargo, me costó hacer que su pene se pusiera erecto. Miré al costado y ví que otras sissys usaban la punta de la lengua para estimular el pene. Seguí sus pasos y empecé a lamerle los genitales. Sin embargo, tal vez me entusiasmé demasiado. Empecé lamiéndole los huevos, pasando mi lengua desde la base del tronco hasta la punta y dándole pequeñas lamidas a la cabeza. Me metí el pene en la boca y empecé a hacer una felatio. Rápidamente, el pene se puso erecto. Continué con el procedimiento sin usar las manos durante unso minutos y, cuando sentí que el hombre estaba por correrse, saqué la boca y puse el recipiente delante del pene. Un litro y medio de semen salió en 16 espasmos cargados de leche. Todo cayó en el recipiente. El señor apenas expresó algo durante todo el proceso pero yo estaba contenta de haber generado tanta leche. Olía muy rico y tenía ganas de probar un poco pero temía que me descubrieran.

    Caminé hasta una mesa en donde tenía que poner el recipiente y, cuando estaba por dejarlo, metí la lengua y lamí un poquito del semen. Lo tragué. Estaba delicioso. Ahora quería más.

    Robusto: ¡ey! ¡tú! ¡te ví!

    Giré la cabeza. Mierda, ahora me iban a castigar. Me puse nerviosa y mi ano empezó a temblar. El hombre robusto empezó a correr furioso hacia mí. Dí una vuelta y empecé a correr. Es difícil hacerlo en tacones. Abrí una puerta y pasé a otra habitación. Del otro lado, no me esperaba encontrarme con una baranda de una escalera colgante. Por la velocidad que venía, no pude detenerme y me golpeé contra la baranda. Dí una vuelta en el aire y caí. Afortunadamente, no me lastimé porque no caí sobre el suelo ni nada sólido sino que caí en una especie de silo contenedor lleno de un líquido. Si, lo que se imaginan: de pronto estaba nadando en una especie de piscina de esperma.

    Todo pasó muy rápido y no me dió tiempo a reaccionar. Terminé tragando mucho semen, me costó respirar. Tuvieron que parar la máquina para poder sacarme. Dos hombres me ayudaron a salir. Ahora estaba paradita muerta de frío y empapada en semen desde los pies hasta la cabeza. Me caían gotas de semen de la cara, de los brazos, de la pierna, mi pene, hasta de mi trasero. Expelía un olor muy intenso. Además, el contacto con tanta lechita me produjo una erección imposible de bajar. Fue el baño más exitante y nutritivo que tuve en toda mi vida. No paré de eructar semen en los siguientes 10 minutos. No sabía si quería volver a meterme por el cambio de temperatura que hacía que mi cuerpo extrañe ese tibio líquido o si es que quería volver a entrar para tragar todo el semen posible.

    Robusto: has hecho un completo desastre, putita asquerosa. Es hora de tu castigo. Date la vuelta.

    Yo: Si, mi amo.

    Me volteé. El hombre me empujó contra la pared y me levantó el vestido. Pude escuchar cómo se bajaba los pantalones.

    Yo: Por favor, sea gentil, todavía no me han penetr ¡AH!

    Lo que sentí fue dolor. El robusto hombre metió su pene de 20 centímetros en mi ano lubricado por todo el semen que seguía chorreando de mi cuerpo. Con una mano, me agarró firmemente de la cintura y con la otra me agarró del pecho. Así continuó con sus embestidas constantes. En ningún momento sentí placer, sólo dolor ¿acaso estaba... sangrando?

    Yo: ¡Por favor! ¡se...ñor!... me... está... dol..i...en...do...

    Robusto: Esto lo hago más por tí que por mí, blanquita. No lo olvides.

    Director Cummers: Detente, Robusto.

    Robusto miró para atrás. Estaban Porongo, la asistenta y el director Cummers: un hombre de unos 50 años.

    Robusto: Jefe, esta golosa contaminó una carga de casi un día de semen. Penetrarla es lo menos que puedo hacer.

    Director Cummers: Esta golosa es la acompañante de mi amigo, el señor Porongo. Al parecer hubo una equivocación. Déjala ir. Tiene que venir con nosotros.

    Robusto me soltó. Pude sentir su pene salir de mi cuerpo. Me sentía muy dolida.

    Yo: Gracias.

    Rubusto: No hay de qué, preciosa. Cuando quieras, podemos seguir.

    Me dió una nalgada. Salí corriendo a abrazar a Porongo rodeando su cintura con mis brazos y quedando otra vez sus genitales frente a mí.

    Porongo: Vamos, hermosa, tenemos que reunirnos.

    --

    Luego de darme una rápida ducha y de volver a vestirme como antes, nos reunimos en la sala del Director Cummers. El dolor que me dejó en el ano mi primera experiencia de sexo anal me dejó rengueando. Me dolió sentarme en la silla.

    Director Cummers: Me contó Porongo que eras amigo de la Coloradita viciosa, antes conocida como Cristian ¿puede ser?

    Yo: mi amigo Cristian... vino a esta isla 6 años atrás y nunca supe nada más de él.

    Director Cummers: Recuerdo a ese beta. Tenía dos coletas de pelo atado y se vestía como una colegiala. Nos conocimos en el hotel de Porongo años atrás y tenía una predilección por oler mi ropa interior. Follaba muy bien, gemía muy fuerte cuando la follaba y siempre pedía un mínimo de tres embestidas al día. Le gustaba meterme la mano en el pantalón en cualquier momento del día. Una coloradita viciosa con todas las letras.

    Yo: Ese... no era el Cristian que yo conocía. Cristian era politólogo, vino a este país a continuar sus estudios en ciencias políticas.

    Director Cummers: Si, supongo que habéis notado que este lugar cambia a los beta como tú. Les demuestra su verdadera función en la vida. Coloradita viciosa se vino conmigo como asistente después de ser mucama de tu amo por unas semanas. Aquí trabajó para mí durante un año y medio y le pagaba con esperma. Recuerdo que se alimentaba muy bien. Un día sin embargo, me cansé de que sea tan necesitada de pene y tuve que terminar con ella. Fue difícil, ella no lo pasó bien pero finalmente decidió alejarse. No hemos hablado en años.

    Yo: ¿Entonces no sabe donde está mi amigo?

    Director Cummers: Podría averiguarlo, aunque me preocupa que se vuelva a poner intensa conmigo. No quiero volver a despertarme y enterarme que se metió a mi casa para olor mi pene. Decía que eso era lo único que la hacía dormir. Como te digo, estaba muy viciosa.

    Yo: ¿podría contactarla por favor?

    Director Cummers: No lo sé ¿qué me puedes dar a cambio? podrías venir a trabajar a esta fábrica tal vez. Nos vendría bien una entusiasta del semen como ya has demostrado ser. A Robusto le caíste muy bien, le encantaría pasar contigo todos los días.

    Porongo: Él no está interesado en nada de eso. Verás, aunque no lo creas, en este momento se encuentra en abstinencia de semen. Es un hombre heterosexual que ha tenido que adaptarse a esta realidad.

    No quise interrumpirlo. Si bien es cierto que ya había cedido a mi intención por dejar el vicio, me sentía protegida por las palabras de mi héroe.

    Director Cummers: Una lástima. Se adaptaría muy bien aquí.

    Porongo: Házlo por mí, Jonas, por nuestra amistad. Por favor, contacta con Cristian una vez más. Después de todo, me debes un favor.

    Director Cummers: Ok... sólo por tí, Porongo. Pero tengo que buscar el número de contacto y en este momento no tengo tiempo para eso. Te diré algo: te prometo que me contactaré con Coloradita viciosa pero no te puedo asegurar rapidez. Cuando sepa algo, te lo haré saber ¿ok?

    Yo: Muchas gracias Director Cummers, es usted muy amable.

    Director Cummers: Y tú eres muy provocativa. Ojalá algún día pueda darte una buena follada, hermosa.

    El director sonrió y nos fuimos.

    ---

    Nos subimos a la camioneta y partimos de vuelta al hotel. Estabamos contentos. Habíamos avanzado en la investigación de qué es lo que pasó con Cristian ¿qué habría sido de él? ¿a dónde habría ido? Con Porongo hablamos del tema, luego escuchamos un poco de música y pasamos nuevamente por el camino de los pozos. La silla nuevamente me hizo rozar el ano con la almohadilla. Ya no me dolía tanto como antes, ahora me estaba estimulando nuevamente.

    De pronto, pasó algo inesperado: la 4x4 dejó de funcionar. Estábamos a un costado de la ruta y estaba empezando a anochecer.

    Porongo: Mierda. El combustible se recalentó. Hay que esperar unos minutos a que se enfríe.

    Nos quedamos en silencio esperando.

    Yo: ¿sabes? en realidad hay algo que dijiste que no es del todo correcto.

    Porongo: ¿Qué cosa?

    Yo: Sobre mi abstinencia sexual, en realidad yo... no pude aguantar.

    Porongo: ¿En serio?

    Yo: Si, lo siento. No quería defraudarte.

    Porongo: ¿Porqué me defraudarías? me encanta que hagas lo que te haga feliz.

    Yo: ¿en serio? es que... aquella vez que nos vimos y llevaba el collar de "Cumslut"... sentí que no te gustó.

    Porongo: Me exita ese collar, siempre quise follarme una putita blanca con algo así puesto.

    Yo: Bueno... a mí me encantaría ser follado por alguien... como tú. Tenía la fantasía de debutar analmente con... alguien así...

    Porongo: La primera vez nunca es buena, además es dolorosa ¿cómo sientes tu trasero?

    Yo: Un poco mejor que antes. Ya no duele tanto.

    Porongo: Estás lista para otra follada tal vez.

    Yo: ¿tú... me... follarías?

    Lo miré a los ojos. Tenía un brillo en la mirada. Se rió.

    Porongo: No podríamos hacer eso. Sussy se pondría como loquita contigo y no quieres eso en la vida.

    Yo: Tienes razón, no deberíamos hacer nada.

    Porongo: Voy a tomar aire.

    Porongo salió de la camioneta, luego, fui yo atrás de él. Hacía frío y nos abrazamos. Volviendo a la camioneta, noté que el móvil de Porongo había caído abajo del asiento de bebés. Estiré la mano y traté de meterla por debajo de la almohadilla del asiento. Estaba apretado pero logré meterla y tomar el móvil. Sin embargo, cuando intenté sacar la mano, se quedó atascada. Intenté varias veces y nada.

    Yo: ¡Porongo!

    Porongo: ¿qué pasó? 

    Yo: creo que mi mano se quedó atascada.

    Porongo: déjame ayudarte.

    Porongo se paró atrás mío. En ese momento estaba incorporado hacia adelante haciendo que, cuando Porongo se acerque, tuviera que apoyar su pélvis sobre mis nalgas. Porongo tomó mi mano de forma muy varonil empezó a moverla.

    Porongo: Deberíamos tirar con fuerza. Avísame si te lastima ¿ok?

    Yo: Ok, lo que tú digas.

    Porongo me agarró de los hombros y empezó a moverme para atrás contando hasta tres. En cada movimiento, mi trasero se golpeaba con su pélvis. Poco a poco, fui sintiendo como algo se endurecía debajo mío. En un momento, en la fricción, llegué a sentir el enorme pene empalmado de Porongo rozando mi ano y siguiendo hasta mi pene y estómago. Era un pene enorme. Esa fricción hizo que me ano empezara a temblar de placer. Lo estaba empezando a disfrutar. Miré para atrás y le sonreí.

    Yo: Bésame.

    Porongo acercó su rostro al mío y me dió un beso que me volvió loquita. Tenía la cola mojadita y Porongo no paraba de rozarme. Ya nos olvidamos por completo de intentar quitar mi mano. Ahora me estaba bajando el pantalón y las bragas.

    Yo: Quiero tu verga, papi.

    Porongo: Tendrás que pedir por favor.

    Porongo se bajó los pantalones y su gigantesco pene salió casi rebotando.

    Yo: por favor, dame tu ver... ¡ay!

    Porongo apoyó la punta de la cabeza sobre mi ano. Sólo eso ya se sentía maravilloso. Empezó a dar vueltas al rededor haciéndose desear y mi cola no podía esperar más.

    Yo: ¡POR FAVOR! ¡MÉTEMELA DE UNA VEZ!

    Finalmente, pude sentir como Porongo iba metiendo centímetro a centímetro adentro de mi ano. Fue un placer inexplicable, como nunca sentí en mi vida. Empecé a dar los gemiditos más femeninos jamás escuchados en el planeta. Nunca se había escuchado un sonido tan gay en el universo.

    Porongo: Me gusta escucharte gemir.

    Yo: ¡ay! ¡si! ¡ay! ¡qué rico pito! ¡me encanta!

    Porongo: Y ni siquiera voy por la mitad.

    Yo: ¡AY!

    Porongo siguió metiendo su pene. Yo estaba temblando de placer. No podía creerlo. Poco a poco, fue aumentando la velocidad. Podía escuchar el golpeteo constante de sus bolas contra mi trasero.

    Yo: ¡si! ¡si! ¡si! ¡si!

    Porongo: Voy a correrme afuera.

    Yo: ¡No! ¡ni se te ocurra! ¡quiero sentir toda tu leche adentro mío!

    Porongo: Pero Sussy se enojará.

    Yo: ¡a la mierda Sussy!

    De un tirón, saqué la mano que tenía atascada en el asiento y tomé con fuerza la muñeca de Porongo.

    Yo: ¡dame mi leche! ¡me la he ganado!

    Porongo: ¿La quieres?

    Yo: ¡Si! ¡si por favor!

    Porongo: ¡aquí la tienes! ¡AAAAH!

    El grito de Porongo tuvo su eco en la inmensidad de la ruta. De pronto, pude sentir entre mis entrañas la primera tibia corrida de mi macho. Delicioso. Luego la segunda y la tercera. Poco a poco, mi estómago empezó a tomar tamaño. Llegaron a ser por lo menos 20. La mayor corrida que había sentido hasta ahora. Cuando terminó, Porongo se apoyó arriba mío y quedamos abrazados en la noche durante unos minutos. Nos besamos. Cuando finalmente sacó su pene, se sintió como si me hubieran quitado una parte de mí. Quería volver a sentirlo adentro. Además, empecé a gotear semen de mi ano. Ya no sabía si era el semen del silo, de Robusto o de Porongo. Todo se sentía maravilloso.

    Porongo: así que al final no estabas tan estancada después de todo.

    Me dí media vuelta. Los dos quedamos sorprendidos cuando vimos mi estómago: estaba extremadamente inflamado.

    Yo: ¡Me llenaste de leche! ¡parezco una embarazada!

    Porongo: Esta lechita tibia es mía, bebé.

    Porongo me tocó el estómago de manera paternal y tierna. Nos abrazamos nuevamente.

    Nos subimos a la camioneta y continuamos el viaje hasta el hotel. Ahora, éste era nuestro secreto y nadie lo podía saber.

    Porongo: Pitochico.

    Yo: ¿qué?

    Porongo: ¿sabías que sólo te metí la mitad? ni siquiera llegaste a probar mi pene entero.

    CONTINUARÁ... 

     
      Posted on : Oct 6, 2024
     

     
    Add Comment




    Contact us - FAQ - ASACP - DMCA - Privacy Policy - Terms of Service - 2257



    Served by site-686bfb45f8-zmvtg
    Generated 22:46:13