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Recuerdo que mientras íbamos hacia el dormitorio de la abuela, Paula me agarraba con fuerza la mano, como si no quisiera que la soltase jamás. Al entrar vimos una imagen difícil de olvidar. Amparo estaba echada boca arriba sobre la cama, con las piernas abiertas dejando a la vista su enorme coño peludo, el más grande que yo había visto. Mi abuela estaba sentada sobre su cara mirando hacia el cabecero de la cama, al que estaba agarrada, haciendo que su amiga le comiese el coño, algo que parecía volverla loca. Recuerdo que pensé "vaya con la abuelita, ahora entiendo a mi tío". Mi abuela nos ordenó que nos acercaremos señalando al enorme coño de Amparo, ante lo que ambos avanzamos hasta sentarnos sobre la cama admirando aquel ser que parecía de otro mundo. "Enséñale a Paula cómo se hace nene" me dijo mi abuela, ante lo que Paula no puso muy buena cara. "Tranquila Paula, yo te enseño" le dije. "Seguro está muy rico".
Al acercarnos me percaté de que el olor de ese enorme coño era mucho más fuerte que el de los que había probado anteriormente. Aparté como pude los abundantes pelos que lo cubrían y comencé a lamerlo ante la atenta mirada de Paula, a la que comenzaba a hacersele la boca agua. Al poco la invité a participar, para lo que me aparté y la ayudé a decidirse empujando algo su cabeza hacia el. "Poco a poco. Primero por los labios". Paula comenzó a pasar su lengua por el y decidí unirme a ella. Nuestras lenguas se cruzaban y abarcaban todo aquel enorme conejo, algo que a ella le gustó mucho. Amparo se retorcía de gusto y mi abuela nos miraba con cara de zorra. De repente mi abuela se apartó de Amparo y la dejó descansar tras un largo rato haciéndola comerle el coño. Amparo comenzó a gemir de placer y esto nos animó a intensificar nuestro trabajo.
La abuela se acercó y comenzó a tocarse el coño mirándonos, trabajando su pepillita con gran placer, hasta que sin avisar la acercó a nosotros y dijo "a ver si os gusta parejita", tras lo que comenzó a orinar dirigiendo el chorro hacia nuestras caras. No nos lo esperábamos, por lo que nuestra primera intención fue apartarnos, pero ella nos sujetó las cabezas y nos obligó a seguir, mientras dirigía el chorro a nuestras bocas y el coño de Amparo. "Tragad putitas", nos decía. Miré a Paula y no sabía que hacer, mirándome con cara de desconcierto, pero comenzamos a besarnos solo con las lenguas y el chorro impactaba sobre ellas, haciendo de la experiencia algo único. Cuando acabó de mearnos nos acercó el coño y nos mandó que se lo limpiaremos, algo que ambos hicimos sin rechistar, mientras que Amparo se incorporaba para coger algo de aire y preparar el siguiente paso a seguir. "Ahora les toca a ellos" dijo, tras lo que nos ordenaron tumbarmos en la cama.
"Vamos a exprimir a estas putitas", le dijo Amparo a mi abuela, tras lo que la primera se agachó sobre mí y mi abuela hizo lo propio sobre Paula. Ambos nos mirábamos con caras de deseo, tras el duro trabajo realizado. Vi como mi sucia abuelita comenzaba a abrir bien las piernas a Paula, tras lo que su lengua juguetona comenzó a lamerla sin piedad, a un ritmo ya alto. Paula apretaba mi mano, mientras que Amparo comenzaba a usar su boca en mis muslos, hasta que se dirigió a mi húmeda polla y la metió en su boca. Tenía una técnica maravillosa, que me hacía suspirar y jadear como un loco, aunque yo había ganado ya algo de aguante, respecto a la primera vez que lo hizo mi abuela. Al poco tiempo Paula comenzó a agitarse como si estuviera poseída, hasta que dando un grito enorme acabó corriendose en la boca de mi abuela. Ante esa visión ya no pude aguantar más, corriéndome en la boca de Amparo, que lejos de retirarse, guardó mi leche en su boca para luego compartirla con mi abuela, en un beso húmedo en el que ambas recogían lo que a la otra se le escapaba.
Ambas se fueron hacia la ducha, dejándonos tirados en la cama totalmente extasiados mientras nos mirábamos sin creer aún lo que acababa de suceder. Tras un rato de lógico descanso fuimos hacia el baño. Mi abuela acababa de salir ya limpita, mientras que Amparo se estaba comenzando a duchar. "Esto no es justo", dijo Amparo. "Necesito correrme también". Mi abuela trajo un consolador enorme de su cuarto y le dijo que se sentara en la bañera. Ella obedeció y comenzó a meterlo en ese enorme conejo que tenía, mientras mi abuela nos dijo: "vamos a darle a esta guarra lo que más le gusta", mientras apoyaba una de sus piernas en la bañera y comenzaba a mearla. Amparo pareció excitarse aún más si cabe, abriendo la boca mientras se taladraba con el gran dildo negro. "Vamos Paula, dale a mamá lo que le gusta". Ella me miró y pareció invitarme a hacer lo propio. Saqué mi pollita, ya bastante escurrida, y un buen chorro salió de ella hacía la zorra, que no paraba de gemir y abrir la boca, sin querer que se le escapaba nada. Paula hizo lo propio, coincidiendo con el placentero orgasmo que estaba teniendo su madre. Una jornada que ni ella ni yo podríamos nunca olvidar.
Continuará...
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