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    Fantasías de un mirón

    Sabía que casándome con una mujer más joven que yo, tan espectacular como Paula, mi vida sexual iba a ser algo desconocido. La forma en que me comía la polla, el placer que me daba… Yo le concedía todos sus caprichos y ella me pagaba con sexo. Pero ella también quería cobrar su sexo. Mi polla no era bastante para una diosa como aquella. Tenía que haberlo sabido. 

    Lo descubrí de la manera más cerda posible. Descubriendo que yo era un mirón. Que era un pajero. Que era un vicioso. Que me gustaba ver cómo se follaban a mi mujer. 

    Un día estaba revisando el sistema de seguridad de mi estudio de fotografía. Donde ella había posado desnuda tantas veces para mi. La vi entrar con nuestro amigo Ramón. La vi desnudarse para él.

     Sus tetas eran increíbles. Enormes. Pesadas. Bailó para él. Se tocó para él. Se masturbó para él. Le puso caliente como a un cerdo. Y a mí también. Se acercó a ella, la manoseó, la sobó, pasó su boca por todo su cuerpo. Y yo sentía que ella disfrutaba como nunca. Mi polla también lo sentía. 

    No sé en qué momento empecé a masturbarme contemplando mi adulterio. Su pelo suelo me fascinaba. Lo cuidaba con todo mimo. Me encantaba frotar mi polla en él. A Ramón también le gustaba su pelo. Y sus tetas. Y su coño. Joder, cómo la manoseaba el muy hijo de puta… Y luego empezó a comer. Coño. Culo. Coño y culo. Culo y coño. 

    Mi polla estaba como un poste mientras aquel hijo de puta hacía que mi mujer se corriera en su boca. De forma escandalosa, porque Paula no se cortaba. Qué puta. Cómo me excitaba. De pronto él sacó su polla. Y lo entendí todo. Mi rabo no podía satisfacer a Paula. Aquella polla enorme la empalaba de verdad, la hacía gozar. Me sorprendí a mí mismo admirando aquella polla. Aquel rabo enorme, que hacía palidecer el mío. Lo curioso es que mi erección aumentaba contemplando aquel rabo. No me habría importado cogerlo con mi mano y llevarlo hasta el húmedo agujero de mi mujer…

    Viendo cómo la hacía disfrutar, tenía que ser un rabo demoledor. Cómo me habría gustado meterle mi polla en la boca a Paula, para que me la chupara mientras estaba así atravesada por aquella lanza. Gozar de mis propios cuernos en persona, disfrutando de los empujes tremendos de aquel follador.

    Al tercer o cuarto orgasmo, Paula quiso descansar. Comiendo polla, claro. Yo pensaba que a mí me comía bien la polla. Hasta que la vi zamparse el rabo de Ramón. Cogió aquella tranca imperiosa y la usó como el chupachups más exquisito. Cómo comía. Zorra. Puta. No era tanto cómo comía. Era cómo le miraba mientras se la chupaba. Mientras manoseaba aquel rabo. Aquellos huevos depilados… 

    Me sorprendí a mí mismo relamiéndome al verla comer aquel rabo. ¿Me habría gustado compartirlo con ella? Seguro que sí, rendirnos los dos a la superioridad de aquella polla, someterme a su nabo y entregarle a mi esposa gustoso.

    Después se lo folló. Ella a él. Lo tumbó. Y se clavó su gorda polla en su húmedo coño. Como mantequilla. Así entró. Un rabo de aquel tamaño no tuvo dificultad para entrar en el agujero caliente de mi mujer, de mi Paula. De mi puta. En mi fantasía, yo sostenía la polla mientras ella se clavaba.

    Él se tomó la revancha. La tumbó y se la empezó a meter. La cámara de seguridad captaba perfectamente el tamaño de su polla. De aquella lanza que empalaba a mi mujercita. No tenía sonido, pero podía escuchar a la perfección sus gemidos.Y otra vez mi lengua se paseaba por mis labios, imaginando cómo comía el coño de Paula mientras aquel rabo entraba. Y quizá le daba algún golpe a mi boca. Seguro que para marcar su superioridad Ramón me obligaría a comerme su rabo

    Y después vino mi derrota. Mi fracaso. Paula le tumbó. Y se metió su polla por el culo. Por su apretado culo. Por su culo con el que yo soñaba. Joder, cómo la empaló. Puta. Puta. Puta. Puta. Mi polla no paraba de endurecerse, mi mano subía y bajaba como si fuera un adolescente con su primera Playboy… 

    Pero él quería follarse a una perra. Como lo que ella era. La puso a cuatro patas y le clavó su inmensa polla ante mis ojos… Joder, cómo se la follaba. Cómo la rompía. No sabía dónde preferiría estar, si comiendo su coño desde debajo, paseando mi lengua de su clítoris a la polla de Ramón, o clavándole mi rabo en la boca, por puta… 

    Y al final él se corrió. En sus tetas. Un espectáculo. Qué máquina de producir lefa. Cómo lo disfrutaba la muy zorra. Qué manera de ordeñar aquella polla… Y yo también me corrí, como pocas veces, mi leche salía borbotones, imaginando que iba a parar también a sus tetas, mezclando mi semen con el de Ramón…

     
      Posted on : May 9, 2021
     

     
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